Miércoles 20 de julio - 20:30 horas
TOKYO-GA
(Idem, Alemania / Estados Unidos, 1985, color, 92 minutos)
Dirección y guión: Win Wenders.
Producción: Chris Sievernich.
Dirección de Fotografía: Edward Lachman.
Montaje: Wim Wenders, Solveig Dommartin, John Neuburger.
Música: Laurent Petitgand.
En el tercero de sus diarios cinematográficos, Wim Wenders se dedica a seguir las huellas del gran director japonés Yazujiro Ozu, a quien ha considerado antes como el único cineasta de quien ha aprendido algo.
En 1983, veinte años después del fallecimiento de Ozu, Wenders ambula por Tokio, la nueva capital de la electrónica recreativa y del torrente de imágenes. Las impresiones de la televisión japonesa, de los estadios de golf, de los pabellones de Pachinko y de los parques en los cuales los japoneses celebran la florescencia de los cerezos bailando, las compara él con los recuerdos de la ciudad de las películas de Ozu que se le ha quedado en la memoria. La discrepancia es patente. En su "viaje a Tokio", Wenders continúa el contenido de la película del mismo nombre de Ozu, a la cual cita detalladamente al principio y al final. Las propias impresiones, que también son una forma de producir imágenes, las confronta él con los recuerdos que tienen el actor Chishu Ryu y el cámara Yuharu Atsuta de la mano y del genio de Ozu, cuya obra la celebra Wenders aquí como una "Reliquia del cine".
Como todos los diarios cinematográficos de Wim Wenders, Tokyo-ga es también una intensa ocupación con el propio ámbito. Sin embargo, esta película se distingue de los otros diarios por su carácter meditativo. Más pensativa que analíticamente, más meditativa que reflectivamente Wenders intenta acercarse al secreto del único "maestro", cuya pureza de la representación ha admirado siempre, y también al ideal de la cinematografía: "Mirar sin querer comprobar."
La confrontación del Tokio real con los recuerdos a la ciudad de Ozu le conduce a una deficiencia aguda, a »un recuerdo a lo que ya no había más: una mirada que podía crear orden en un mundo cada vez más fatal; que podría hacer todavía más transparente el mundo. No obstante, la inflación de las imágenes no admite más transparencia. Lo único que todavía existe -raramente suficiente- son los aislados instantes de la verdad: momentos en los cuales los hombres y las cosas se muestran tal y como son. Wenders encuentra absurdamente tales instantes sólo allí donde las acciones han perdido su sentido original: en los golfistas, quienes ya no meten más sus pelotas, sino trillan en redes; en los obreros que fabrican manjares de cera para las vitrinas; en los jugadores de Pachinko, quienes se entregan apasionadamente a un juego en el cual no hay nada qué ganar, sino, en el mejor de los casos, que perder el tiempo. Ante tales imágenes colmadas, a Werner Herzog, el amigo y compañero de Alemania, le gustaría huir mejor a las montañas más altas, y si no, incluso hasta Marte, con el objeto de recuperar su claridad y su transparencia.
Wenders se queda mejor en la tierra y, en lugar de ello, huye al recuerdo de Ozu, para quien tales imágenes, "que crea claridad", eran todavía una cosa muy natural. Wenders no lo pronuncia, pero en los informes de Chishu Ryu y Yuhara Atsuta se manifiesta claramente que la calidad de la producción de imágenes es siempre también y, en primer lugar, una calidad humana. Por esta razón, sus recuerdos a Yazujiro Ozu no sólo son una exaltación del genial obrero que naturalmente había sido Ozu también, sino más bien un elogio a la persona. Atsuta, quien le había "servido" a su maestro como cámara hasta su muerte, musita el resultado bajo las lágrimas de una emoción avasalladora: "¡Ozu fue un rey!"
Peter Buchka
Función realizada con el apoyo del Goethe-Institut Buenos Aires.
A último momento, y debido a la cantidad de asistentes, se decidió hacer una segunda función a las 22.30 horas, nuevamente a sala llena. En un caso excepcional en la historia del Cineclub La Rosa, agradecemos la buena voluntad de los concurrentes.
Temporada X / Funciones 197 y 198
Cineclub La Rosa
Austria 2154
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