lunes, 30 de septiembre de 2013

Martínez Suárez sobre "Los chantas"

Cuando la película se proyectó en la Sala Giuliodori de Alfredo Li Gotti, el director le envió esta nota rememorando el rodaje y una jugosa anécdota de sus inicios en los sets de filmación, que ahora compartimos nosotros.

Los chantas fue una película divertida pero difícil de realizar.

Tenía un extenso elenco que provenía de un entretenido libro cinematográfico que habíamos adaptado con Gius, de una buena idea que nos había pasado el Flaco Aroldi.

Eran dieciséis personajes  y todos ellos tenían prologo, desarrollo y epílogo.

El problema era para la gente de producción, que se les hacia muy difícil conciliar la citación de esa pequeña multitud,  pues era una época de trabajo y entre tevé, otra película, radio, teatro, teleteatro, ensayos y giras, lograr a todos los actores que se necesitaban era el dolor de cabeza mayor y diario para los muchachos encargados de la convocatoria.

Armamos un buen elenco, cosa que aprendí al trabajar muchos años al lado de Daniel Tinayre, hombre que cuando armaba un reparto artístico se paralizaba el cine argentino porque los tenia a todos.

Por mi parte la pase muy bien porque yo no trabajo con los mejores técnicos. Yo trabajo con los buenos técnicos que son buenas personas, lo que hace que su rendimiento en rodaje sea mayor.

Trabajo con amigos, con buen humor, sin gritar ni decir malas palabras, sin histerizarme ni alterarme en lo más mínimo.

Para mi el rodaje es una alegría y como tal me comporto y hago que se comporte el resto de colaboradores.

Hace 73 años que entré por primera vez a un estudio y a partir de que puse el pie en un set, empece a aprender.

Fue en la EFA, donde hoy esta Canal 13. Una hermana mía trabajaba en la película El mas infeliz del pueblo con Sandrini y dirigida por Luis Bayón Herrera. Yo la acompañaba a ella y me regocijaba viendo, sorprendido y embobado, lo que había soñado en mi pueblo desde que era chico: ¡estar presente en un rodaje!

Una noche en Sono Film, estudio ubicado como recordarán en la localidad de Martínez, se estaba rodando La casa de los cuervos. Dirigía don Carlos Borcosque y la secuencia trataba  un segmento de la novela de Hugo Wast (seudonimo del escritor argentino Gustavo Martínez Zuviría) en la que hay una emboscada a una patrulla unitaria a mediados del siglo antepasado, en la época de Juan Manuel de Rosas.

Me vio el asistente (que era el legendario Orlando Zumpano, que murió luego de realizar por lo menos 200 asistencias y no dirigir nunca) dando vueltas y me preguntó si no quería hacer de un paisano pues le habían faltado extras. Que pagaban cinco pesos. Por supuesto, le dije que si.

Me dieron unos pantalones de paisano, una camisa a cuadros, una boina y el director nos explicó que el grupo debía enfrentarse en una lucha ficticia y fingida, pero sin lastimarnos ni golpearnos. Se hicieron los ensayos y todo iba bien hasta que se realizó la toma.

En medio del rodaje Borcosque con el altoparlante pide corte y dice señalándome: "Ese chico de boina y camisa a cuadros… ¡que no se muera mas!... Ya paso cuatro veces frente a la cámara agarrándose el pecho y gritando '¡me muero!'"

Veinticinco años mas tarde, cuando me asocié a  la sociedad de directores,  me hice muy amigo de Borcosque  y me encantaba charlar con él en la confitería del Gran Rex, donde nos encontrábamos, pues le gustaba jugar al ajedrez con Najdorf, que se pasaba las horas allí.

Borcosque había sido cronista de cine en Hollywood varios años a partir de comienzos de los treinta, y conocía desde Greta Garbo a Edward Arnold, desde von Sternberg a Capra, desde Allan Dwan a Humphrey Bogart. Y en uno de los encuentros  le recordé lo de aquella noche de las muertes repetidas cuando hizo La casa de los cuervos. Y para mi sorpresa  me dijo que era una de las anécdotas que siempre relataba cuando le preguntaban por anécdotas  su profesión. Y agregó: "La vida, Josesito, siempre ofrece estas sorpresas... Pensar que nos conocimos hace tanto tiempo  y que si no me hubiera contado la historia... ¡Nunca hubiéramos sabido que aquel chico era este director!"

No importa. Igual me pagaron los cinco pesos.

Los chantas se estrenó en el Trocadero y le fue bien. Estuvo siete semanas en cartel e hizo una buena recaudación con una extraña cifra diíicil de olvidar: 222.222 espectadores. Los seis dos juntitos: doscientos veintidos mil doscientos veintidos en sala de estreno y simultáneas. Muy bien para aquella época.

Ya van quedando pocos del elenco.

Se fueron de gira Norberto Aroldi, Lautaro Murúa, Tincho Zavala, Cacho Espíndola, Alicia Bruzzo, Jorge Salcedo, Olinda Bozán, Angelito Magaña, Darío Vittori, Oscar "Ringo" Bonavena, Héctor Pellegrini, Mario Benigno, Augusto Codeca... Y mi inolvidable compañero de guiones, Augusto Giustozzi, "Gius" el inolvidable autor de una de las mejores series que nunca se haya pasado en la tevé argentina: "Yo soy porteño".

Para ellos, para los que también se fueron de gira, Héctor Bailez  el productor, Miguelito Rodríguez   director de fotografía, Tito Rivero autor de una banda sonora exquisita realizada a pedido mio a la manera de Nino Rota (ya mismo se van a deleitar escuchándola) y para todo el resto que sigue junto a nosotros (María Concepción César, Juana Hidalgo, Elsa Daniel...) dedico con vuestro permiso, esta función.

José Martínez Suárez

domingo, 29 de septiembre de 2013

Martínez Suárez dio la cara

En una nueva edición de la jornada "Bibliotecas a puertas abiertas", José Martínez Suárez fue el gran protagonista de la noche, presentando Dar la cara, segunda función del ciclo dedicado a su filmografía.


La sorpresa de la noche la dio la presencia en la sala de Pablo Moret, uno de los protagonistas del film.


sábado, 28 de septiembre de 2013

Edición especial sobre Martínez Suárez‏

Con motivo del ciclo dedicado a José Martínez Suárez en el Cineclub La Rosa, hemos publicado -a traves de nuestro sello editor- un cuadernillo que incluye los textos especialmente para el ciclo por Mario Gallina y Rafael Valles, mas un texto del propio realizador y el programa completo del ciclo.


El cuadernillo es de distribucion gratuita entre quienes asistan a las funciones. Les recordamos que la colaboración es voluntaria, pero es muy importante su aporte para el sostenimiento de las actividades gratuitas de la Biblioteca.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Dar la cara

En coincidencia con la "Jornada Bibliotecas a puertas abiertas", proyectaremos la segunda función del ciclo "José A. Martínez Suárez, un hombre hecho de cine" con la brillante Dar la cara, que luego derivaría en novela de David Viñas. Será el sábado 28 de septiembre a las 20 horas, en Austria 2154, con entrada libre y colaboración voluntaria.

Sábado 28 de septiembre - 20 horas
DAR LA CARA
(Idem, Argentina, 1962, blanco y negro, 111 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez.
Guión: José A. Martínez Suárez y David Viñas.
Fotografía: Ricardo Younis.
Música: Gato Barbieri.
Elenco: Leonardo Favio, Lautaro Murúa, Nuria Torray, Luis Medina Castro, Pablo Moret, Ubaldo Martínez, Daniel de Alvarado, Raúl Parini y Dora Baret.


Tres muchachos de diversa extracción social terminan el servicio militar y deben enfrentar la compleja realidad argentina, siempre en crisis. Este film, como quizás ningún otro, supo expresar las complejidades, perspectivas y frustraciones de una generación. A diferencia de lo que suele creerse, la novela homónima de David Viñas es posterior al guión del film, del propio Viñas y José Martínez Suárez.


Temporada VII / Función 149
Cineclub La Rosa
Austria 2154

jueves, 26 de septiembre de 2013

Martínez Suárez, el crack

Anoche, como una sorpresa muy grata, José Martínez Suárez se apareció en el Cineclub La Rosa y presentó El crack, su primera película y primera del ciclo dedicado a toda su filmografía. Compartimos algunas fotos de la hermosa charla que mantuvo con el público.

Además, les recordamos que el sábado 28 proyectaremos Dar la cara en la Jornada "Bibliotecas abiertas", en donde abriremos nuestras puertas a las 18 y tendremos la función del Cineclub a las 20. Como siempre, en Austria 2154, con entrada libre y colaboración voluntaria.



miércoles, 25 de septiembre de 2013

La argamasa que une los ladrillos. Una reflexión sobre la obra de José Martínez Suárez

Quien conoce a José Martínez Suárez, sabe cuanto es un amante de los detalles. Empezando por las iniciales M.S. cuidadosamente bordadas en sus camisas blancas, pasando por su famosa colección de búhos en las más distintas formas y tamaños, sumados a los retratos de familiares, amigos y alumnos a quien tanto quiere y que componen su escritorio particular, ya se puede tener una dimensión de la pasión que tiene por esas pequeñas cosas que componen todo un panel de su personalidad. Si trasladamos esa cuestión al ámbito cinematográfico, eso se profundiza más todavía. Ver El ciudadano, por ejemplo, ya es un ritual suyo que se realiza como mínimo una vez al año (y desde 1941, por lo cual él tuvo el privilegio de asistir a su estreno en Buenos Aires). Esa pasión de volver a ver determinadas películas no es algo menor, dado que allí se encuentra no solamente una búsqueda por vivir nuevamente esos relatos, sino también la oportunidad de encontrar aquellos detalles que se le escaparon en la última proyección.


Para quien todavía no lo conozca personalmente, el Cineclub La Rosa brinda la gran oportunidad de presentarlo en profundidad: a través de su obra. Es a partir de sus películas, que no solamente encontramos a José, sino también descubrimos el placer que él posee en desafiar la atención del espectador en esta búsqueda por los detalles. José, en el mejor sentido de la palabra, juega con la percepción del espectador, hace de sus films una oportunidad tan particular para pensar en temas como la amistad, la lealtad, la ética, así como una posibilidad para existir durante la proyección aquella sonrisa íntima de complicidad con el realizador, al descubrir pequeños matices que terminan por identificar a toda una obra.

Existen detalles más evidentes que tienen relación con sus raíces, como las citas que José hace en cada una de sus películas (en distintas formas) a su pueblo natal de Villa Cañás, así como la utilización de nombres de sus amigos de infancia para denominar a determinados personajes. Hay también pequeños detalles que asumen un tono de ironía, como cuando el personaje de Mara (Mecha Ortiz) en Los muchachos de antes no usaban arsénico, comenta “sobre aquel cineasta estúpido que tuvo que irse a Chile”, como referencia a la “inolvidable” experiencia de José como realizador en Viaje de una noche de verano, pasando por detalles que hacen referencia a un contexto socio-histórico, como por ejemplo la relación que existe entre los nombres de las avenidas donde sucede la carrera de ciclismo en Dar la cara. Los objetos también se hacen protagónicos, sea a través de aquel que tan insinuantemente conecta la mirada de Cairo y Ana en Noches sin lunas ni soles, o mismo en detalles tan mínimos, pero que revelan rasgos importantes de un personaje, como el particular ritual del Ingenieri en Los chantas, al tapar con una flor las “partes bajas” de una escultura, cada vez que sube las escaleras de la pensión donde vive.

El listado de pequeñas joyitas que uno puede disfrutar al ver sus películas es muy extenso y merece ser disfrutado (y descubierto) por cada uno en cada nueva proyección. Como si eso fuera poco, José incluso -en exagerado acto de humildad- ya afirmó no haber logrado ciertos detalles de forma suficientemente clara en algunas de sus películas, como por ejemplo el homenaje que planteó hacer al político Lisandro de la Torre en Dar la cara. Aún en los actos fallidos, se revela una vez más en José su lado obrero en la búsqueda para que el espectador sienta el placer de rencontrarse con su propia percepción durante las proyecciones.

José siempre fue un defensor de la idea de “la argamasa que une los ladrillos” como la forma posible para sostener la construcción de una casa. Eso revela su preocupación de que para sus películas no basta “lo que” será tratado, sino el “cómo” se tratará. Para hablar sobre la amistad, una tendencia en su obra, José la explora en sus más diversas formas, en la complicidad de los gestos, de las miradas, de las cuestiones que van más allá de lo que es dicho, de los detalles que unen esos ladrillos. Cómo no dejar de pensar en las miradas confidentes de la “santísima trinidad” para que el personaje de Pedro (Arturo García Buhr) no tome el veneno direccionado a Laura (Bárbara Mugica) en Los muchachos..., en las miradas agridulces y golpeadas por la vida entre Cardoni (Tincho Zabala) y el “Flaco” (Norberto Aroldi) en Los chantas, cuando se cuestionan sobre si “¿será que nos pinchó el bandoneón?”, en las miradas de esperanza que los amigos depositan para que el aspirante a crack Osvaldo Castro logre su deseada promoción en el medio futbolístico, o mismo en la frustración contenida en la mirada de Bernardo (Luis Medina Castro), al descubrir las fraudes de quien menos esperaba en el ámbito universitario.

Si puedo nombrar un placer en especial que tuve en conocer la obra de José, eso está contenido en haber encontrado los matices que componen su obra, en el cuidado que él tiene en contar con maestría a sus relatos, y en poseer consideración con aquellos espectadores cinéfilos que buscan elementos que profundizan al propio relato en sí. Rever sus películas siempre trae la posibilidad de disfrutarlas desde diferentes formas, frente a una mirada distinta. Eso más que revelar el rasgo de un autor que José posee, termina asumiendo un profundo respeto y preocupación por el placer del espectador, por el deseo en hacer de cada proyección de sus películas una nueva oportunidad en descubrir aquellos detalles que nos escaparon en la proyección anterior.

Rafael Valles
Especial para Cineclub La Rosa

El autor es documentalista, investigador y docente. Nacido en Caxias do Sul – Brasil, fue alumno del Taller MS en 2007, además de haber tomado diversos cursos en Buenos Aires, entre ellos la Maestría en Cine Documental, en la Universidad del Cine (FUC). Actualmente se encuentra en proceso de finalización del libro Fotogramas de la memoria - Encuentros con José Martínez Suárez.

viernes, 20 de septiembre de 2013

El crack

Comenzamos el ciclo dedicado a José A. Martínez Suárez con su ópera prima, una película que no solo habla de fútbol sino que es todo un complejo estudio social que no ha perdido nada de su vigencia crítica. Será el miércoles 25 de septiembre a las 20:30 horas, en Austria 2154. Como siempre, con entrada libre y colaboración voluntaria.


Miércoles 25 de septiembre - 20:30 horas
EL CRACK
(Idem, Argentina, 1960, blanco y negro, 81 minutos)
Dirección: José Martínez Suárez.
Guión: José Martínez Suárez, Carlos A. Parrilla y Solly según la obra teatral de Solly
Fotografía: Humberto Peruzzi.
Música: Víctor Schlichter, con temas de Ástor Piazzolla.
Montaje: Antonio Ripoll y Gerardo Rinaldi.
Dirección arte: Federico Padilla.
Elenco: Jorge Salcedo, Aída Luz, Marcos Zucker, Domingo Sapelli, Carlos Rivas, Enrique Kossi, Fernando Iglesias, Osvaldo Castro, Claudia Laforgue, José Manuel Moreno, Víctor Martucci, Mirko Alvarez, Pedro Desio, José María Muñoz, Pacheco Fernández, Armando Lopardo, Pablo Cumo, André Norevó, Orlando Bohr, Francisco Martino, Paride Grandi, Antonio Pérez Tersol, Juan R. Lizzio, Antonio Salcedo, Cassandra Greys y Pipo Mancera.


La película está ambientada en los entretelones del negocio del fútbol profesional, y los mecanismos ocultos y cuestionables (sobornos, drogas, manipulaciones comerciales y publicitarias) que llevan a la consagración de un “crack”.

Osvaldo es un jugador de tercera que asciende a primera. Entonces el joven jugador comienza a ser objeto de intereses comerciales, muchas veces inmorales o delictivos, para ubicarlo como una estrella del fútbol. De ese modo, Osvaldo comienza a representar los intereses y expectavivas de muchas personas (su novia, su madre, su padre, el representante, los periodistas, los dirigentes del club, los hinchas).


El crack trata por primera vez, en forma adulta en el cine argentino, el tema del fútbol, su cara sucia de sobornos, comercio y traficantes. José Martínez Suárez es un hombre joven, pero con una larga carrera dentro del cine profesional como ayudante y asistente de dirección (…). (El crack) es una película valiente, toca un tema popular, tiene imágenes de gran fuerza como el final y las tomas del estadio antes del partido. Su diálogo es intencionado y en toda la película es evidente el deseo de decir algo, deseo éste, generalmente ausente de las películas nacionales, pero creemos que Martínez Suárez tiene que despojarse aún de algunas malas influencias (adquiridas seguramente en su carrera profesional) y cuidar más algunos aspectos de sus obras (…). Pero El crack, lo repetimos, es una película positiva, socialmente útil, realizada con solvencia técnica y con un argumento que no es una excusa de fondo para un melodrama barato”. (Salvador Sammaritano, Tiemp de Cine número 2, septiembre 1960, tomado de Malba.cine).


Junto al cortometraje
ESTA NOCHE GRABAN LOS DIXIELANDERS
(Idem, Argentina, 1957, blanco y negro)
Con: Alfonso Fasi - Trompeta / Juan Carlos Bazan - Clarinete / Mauricio Rol - Trombón / Roberto Walters - Piano / Jose "Toto" Pomar - Contrabajo / Edmundo Ominelli - Bateria

El grupo de jazz interpreta el tema Ain't she sweet? en un auténtico videoclip de época.

Temporada VII / Función 148
Cineclub La Rosa
Austria 2154

jueves, 19 de septiembre de 2013

Martínez Suárez habla de "Dar la cara"

Reproducimos la entrevista de Sergio Wolf y Fernando Martín Peña incluida en el libro Generaciones 60 90, Malba, Buenos Aires, 2003.

-Dado que El crack, su primer film, fue un fracaso comercial, ¿cómo logró levantar una producción tan compleja como la de Dar la cara?
José Martínez Suárez: -Me llaman por teléfono y nos encontramos con David Viñas y un muchacho que se llamaba Ernst Kehoe Wilson, que tenía letreros luminosos en la 9 de Julio. David tenía un guión que se llamaba Salvar la cara, habían visto El crack y consideraban que yo podía dirigir con potencia esa otra propuesta. Trabajamos mucho con David, que en ese momento vivía en San Fernando. Conformamos un equipo, con oficinas en Riobamba y Santa Fe, Alberto Parrilla fue nuevamente el jefe de producción, hicimos el rodaje en escenarios naturales y fue muy dificultoso. Sobre el final nos quedamos sin dinero y tuvimos que parar, hasta que Parrilla consiguió el aporte de un hombre vinculado a la industria de la carne. Según me contaba Parrilla este hombre iba metiendo la mano en un barril, sacaba dinero y le decía: "Vaya contando, vaya contando...".

El guión permitía abordar tres clase sociales y tres escenarios muy diferenciados entre sí: el grupo del universitario, el de la industria del cine y el del ciclista, que es de una clase social inferior. Había un gran horizonte para trabajar. Podía quedar muy poco afuera de esa "pintura". No hay buenas películas sobre un mal libro ni malas películas sobre un buen libro. El libro era de gran solidez, y lo digo porque había un segmento que casi desconocía: el universitario. Yo no lo soy. David me dio las pautas. Siempre hablo con conocimiento de causa. Por eso, al tomar el personaje de Beto, que es corredor de bicicletas, buscamos al chico Carlos Sarlenga, campeón de velocidad, para asesorar. Leonardo Favio iba con él cada mañana en bicicleta hasta el Tigre desde Sarmiento al 1900, ida y vuelta. Por eso, cuando tuvimos que rodar, Leonardo no se subió a la bicicleta como lo haríamos nosotros, sino como profesional. Se había afeitado las piernas, porque a los corredores los pelos les producen infecciones. Así fue que los personajes tuvieron un tratamiento verosímil.

-La novela es posterior al film, ¿verdad?
JMS: -Sí. Mientras la hicimos, Dar la cara fue sólo un guión. Después hubo un concurso en la editorial Sudamericana y David me comenta entonces la posibilidad de la publicación. Por eso yo soy autor de una película sobre novela que no he leído nunca. Es posible que la novela haya salido antes del estreno, pero en todo caso fue después del rodaje.

-Hace algunos años usted tuvo la idea de retomar los personajes.
JMS: -Sí, hará unos quince años. Quedó en idea. Al fin y al cabo esa es la propuesta de Priestley en El tiempo y los Conway: qué son, qué quisieron ser y qué fueron.

-¿Cómo estaba planteada esa continuación?
JMS: -El padre de Beto Cattani murió y él se quedó con el kiosko de Carlos Pellegrini al 400. Dejó el ciclismo, claro. Luis Medina Castro abandonó sus ideas políticas y se dedicó a atender la propuestas económicas de las empresas importantes del centro de Santa Fe. Carbó siguió trabajando en los estudios del padre, medio retirado, haciendo un cine absolutamente innecesario. Ojo que esta es una visión personal mía y nada más, ¿eh? Son criaturas de David así que es posible que él tenga otras ideas. Pero, en lo que a mí respecta, en ninguno de los tres fructifican las aspiraciones juveniles.

-¿Por qué se le ocurrieron esos destinos?
JMS: -No sé. Será porque la vida me ha transmitido una cierta desesperanza. La mayoría de los amigos de mi juventud, con quienes habíamos tenido esos sueños, no pudieron cumplirlos, fueron absorbidos por el mecanismo cotidiano, por una forma de vida en la que aquellos sueños se desvanecieron.

-Bueno pero, por lo que usted plantea, sería como pensar que los personajes caen presos de las mismas cosas que cuestionaban en sus propios padres.JMS: -La respuesta es que sí, con la salvedad de que a los padres les había tocado vivir otras circunstancias.

Es inusual, en el cine argentino, que las paradojas redunden en una obra marcada por la personalidad. Al revés: lo frecuente es que deriven en inconsistencias, ambigüedades, o indescriptibles e indescifrables cambios de rumbo y contradicciones finalmente insalvables, que terminan por alejar a los proyectos originales de aquello en que se convirtieron al filmarse. En los films de Martínez Suárez la constatación de la paradoja multiplica los sentidos, enriquece la revisión de su obra al punto de transformarla en una de las más singulares del trágico devenir de nuestro cine.

La paradoja crucial radica en la doble adscripción de Martínez Suárez al "cine de estudios" y a la "Generación del '60". Pero no hay un antes y un después en estos aprendizajes, saberes y filiaciones. No es que hubo un referente inicial que después cambió por otro. Ambos cohabitan y cohabitaron desde el comienzo, intersectándose e influyéndose, y esa cualidad es la que impide colocar los films del autor en un territorio u otro, dejándolos en una zona solitaria y quizá equidistante de ambos, como si lo que revelaran es que el alumno busca construir su propio saber y su propio universo ficcional en vez de querer mostrarse como quien sólo ha "aprendido la lección".

Son aislados los casos de cineastas argentinos que, como Martínez Suárez, pudieron procesar así aprendizajes e influencias como un modo de orientar su producción estética sin que deje de constar ese hilo conductor que los conecta con tradiciones y experiencias: quizá Luis Saslavsky, o Leonardo Favio, o Hugo Santiago, o Adolfo Aristarain sean de los pocos que lograron escapar de ese laberinto. El problema, entonces, no es que haya nexos con ciertos tipos de cine sino cómo se ponen en juego dichos nexos.

Y aunque la adscripción a los "estudios" -y más específicamente a Lumiton, entendida como la casa de su aprendizaje- es tan manifiesta como la adscripción "generacional", esta doble condición de afectos y elecciones, esta aparente tensión o batalla va a plantearse en el modo de poner en escena sus historias. No es que los datos biográficos expliquen sus películas, sino a la inversa: las propuestas cinematográficas de sus películas demuestran que esa doble condición no sólo es biográfica sino vital.

(...) Como si profundizara ciertas aristas dramáticas insinuadas en El crack, en Dar la cara (1962) Martínez Suárez concreta su obra más compleja. La denuncia del complot y la intención de inventar "otras" reglas de juego que las impuestas por los "mayores", amplían el horizonte que esbozara El crack. Ya no es lo pequeño como sinécdoque o alusión a cuestiones mayores, sino la ambición de totalidad. Totalidad es la palabra fundamental: de la diversidad de clases al problema de los padres -reales y simbólicos-, del deseo libertario al eje campo-ciudad.

De algún modo, este film sintetiza un cambio de imaginario: si el imaginario social de los '30 puede pensarse a través de Los tres berretines (Susini-Lumiton, 1933), al cruzar el fútbol con el tango y el cine, el de los '60 puede pensarse a través de Dar la cara, al articular el aporte con la universidad y el cine. Es que Dar la cara es el reverso de films sorprendentemente complementarios como El jefe (Ayala, 1959) y Los venerables todos (Antin, 1962), o de la emblemática Los jóvenes viejos (Kuhn, 1962). En ellas prevalecía ese tic "generacional" del relato minucioso de lo que le ocurre a un grupo. Es verdad que Martínez Suárez y su guionista David Viñas idearon una historia de grupo, pero esquivaron toda alegoría y situaron sus tres historias en un marco muy definido. Marco definido social -tres clases-, histórica -1958- y políticamente -la lucha por la enseñanza laica o libre, la inserción argentina en el mundo-, y estos rasgos distinguen al film de sus contemporáneos. Aquí no hay un laboratorio donde se investiga fríamente el microcosmos de un grupo, sino un relato que se empecina en dar cuenta del destino de una generación y tal vez una nación. Por eso es que puede hablarse de totalidad: por las decisiones de "enfoque narrativo" descriptas, con las que se corresponden -sin querer hacer un juego de palabras- las decisiones de "enfoque visual" al emplear casi invariablemente la profundidad de campo, fruto del neorrealismo y de la influencia que Orson Welles ejerció desde siempre sobre Martínez Suárez.

Esa totalidad es asimismo geográfica, aspecto que sí relaciona Dar la cara con otros films de la "Generación". Al igual que Los de la mesa 10 (Feldman, 1960) o Alias Gardelito (Murúa, 1961) o Prisioneros de una noche (Kohon, 1962), Dar la cara define con precisión un espacio urbano que tiene una incidencia decisiva sobre Beto, Mariano, Bernardo y los otros. No son sólo los personajes quienes "descubren" ciertos sitios de la ciudad, sino que es también el espectador quien realiza esta trasposición, en tanto el cine argentino nunca había reparado en ellos. La calle dejó de ser el espacio apacible de la concordia y el encuentro barrial y -aun coexistiendo con los chicos jugando a la pelota y el diariero- devino topografía beligerante, ámbito de lucha e incomodidad. La circulación de los activos personajes de Dar la cara no tiene paz, en tanto el relevamiento urbano que efectúan es un desplazamiento tras su propio lugar, delineando un circuito que los encierra y a un tiempo los contiene, y que será tematizado de modo notable por Martínez Suárez en su último film: Noches sin lunas ni soles. En ella los espacios, en vez de expandirse como en Dar la cara, se contraían, conforme a la encerrona que cercaba al protagonista en un barrio de Palermo jamás mejor representado.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Ciclo "José A. Martínez Suárez, un hombre hecho de cine"

A poco de comenzar una nueva edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata que él dirige, de cumplir sus jóvenes y vitales 88 años y de la presentación de un libro sobre su figura, damos comienzo a un ciclo en el que repasaremos todos los largometrajes de José A. Martínez Suárez, amigo del Cineclub La Rosa y Socio Honorario de la Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte.


UN HOMBRE HECHO DE CINE
José Martínez Suárez nació en la Prov. de Santa Fe. Más exactamente, en Villa Cañás, “un pueblo agrícola-ganadero, pampa gringa e hispana”, como le gusta definirlo.

Y fue en su Villa Cañás, con la complicidad de una sala a oscuras y una pantalla blanca delante, donde el celuloide se metió en su sangre.

Los Martínez Suárez vivían enfrente de una de las tres salas cinematográficas que había en el pueblo, y ese era su ámbito preferido y natural de juegos. Una época en la que -como él mismo recuerda- las películas no se elegían. Uno iba al cine. Pero no sólo en su pueblo. En todo el país ocurría lo mismo. La gente iba al cine. Se preparaba, se vestía para ir al cine. Algo cercano a un ritual.


Ese pibe se hizo adolescente y ya en Buenos Aires, junto a su madre y sus hermanas, que hacían sus pininos como actrices, entró un día, cándido, discreto y temeroso a un estudio cinematográfico. A partir de entonces, pedía, insistía, imploraba que le permitieran acompañarlas porque eso significaba el pasaporte para poder estar en un set y ver todo por dentro.

Fue así como comenzó a oficiar de “oyente” en Lumiton. Posteriormente trabajó mucho como asistente de Mario Lugones, para continuar con otros realizadores, que como él mismo asegura “fueron maestros todos, de una u otra forma”. La sola enunciación de esos nombres hace que de ninguna manera podamos desmentirlo: Manuel Romero, Carlos Hugo Christensen, Carlos Borcosque, Daniel Tinayre, Kurt Land, Enrique Cahen Salaberry, Augusto César Vatteone, Antonio Ber Ciani, Leopoldo Torre Nilsson.

Pero José Martínez Suárez era un director predestinado. En una palabra: un director nato. Su vocación había atravesado por andariveles diversos dentro del cine pero su destino estaba signado: tenía que dirigir. Y un día irrumpió con una curiosidad:El crack, una película popular que, sin embargo, se sumergía en una realidad social que denunciaba zonas de miseria de una pasión argentina: el futbol. Vino despuésDar la cara, considerada al igual que otras expresiones surgidas para la misma época, como típicamente representativa de lo que los historiadores denominaron “Nuevo Cine Argentino”, hasta que alguien se dio cuenta de que cada tanto, inevitablemente hay un Nuevo Cine Argentino y optaron por caraturarlo como “la generación del 60”. Un movimiento que se inició con los cortometrajistas independientes de finales de los cincuenta y culminó en 1966, con el golpe de estado de ese año, que modificó las reglas del juego y puso fin a una etapa cultural, recomenzada luego bajo otro signo: el de la producción clandestina y la irrupción de nuevos realizadores.

La Generación del 60 tuvo una vida efímera, es verdad, pero dejó sentada una estética no transitada hasta allí por el cine argentino: un nuevo cauce expresivo sustentado fundamentalmente sobre el flanco crítico y la reflexión acerca de la época y sus relaciones con la gente. Y así, sin tener conciencia y junto a Manuel Antín, Lautaro Murúa, Simón Feldman, Enrique Dawi, Rodolfo Kuhn, Ricardo Alventosa y David Kohon, entre otros, José pasó a formar parte de aquel movimiento innovador.

El director siguió filmando: el episodio La salamanca de Viaje de una noche de verano (denostada por el mismo realizador, lo cual renueva inevitablemente el interés por su visión); Los chantas, donde un grupo de perdedores -muy al estilo de Los desconocidos de siempre de Mario Monicelli- prepara un gran golpe que, sin duda, terminará en fracaso; Los muchachos de antes no usaban arsénico, inevitable referencia de inquietante humor negro en el cine argentino, con un diálogo brillante y pocos medios, mucha técnica (Tito Ribero y Miguel Rodríguez incluidos) y gran imaginación. Hasta llegar a Noches sin lunas ni soles, calificada por Edgardo Cozarinsky como “El mejor film noir argentino”.

Pero José tenía “de nascencia”, como dicen en España, la certeza de que estaba ligado a un deber. Y que serían pocos los años de una vida, por larga que fuera, para cumplir con él. Ese deber era la docencia. Trabajar a diario con los jóvenes, y siempre, encendido de amor a esta profesión, seguir filmando a través de ellos. Darles no sólo formación técnica sino insuflarlos de una posición humanística. Despojarlos de la vanidad, de la envidia. Que sean buenas personas. Porque esa, en definitiva, es la función última y más elevada de un maestro. Desde que la decisión fue tomada, la docencia pasó a ser para José una forma más de dar y transmitir que de enseñar. Y para los que fuimos y somos sus alumnos, sus clases implican un pleno regocijo para el espíritu, por todo lo que sabe, por todo lo que dice, por lo que no dice, por su humor indeclinable, por sus chispeantes ocurrencias: en definitiva, por todo lo que da siempre en forma generosa y solidaria. Y dar como lo hace José Martínez Suárez no es poco en esta época de prevalencia del egoísmo y la individualidad.

En esos encuentros de vida, José se nos aparece algunas veces enigmático, otras cabrón, otras reflexivo, otras sutil, a veces incisivo, pero joven siempre. Tanto, como para asumir desde 2008 la presidencia del Festival de Mar del Plata y no para que su nombre “adorne” ese acontecimiento cinematográfico sino para erigirse en mucho más que el presidente de un Festival, es decir, para constituirse en un hombre que está en todo, arregla todo y da la cara por todo.

Un hombre joven, decíamos. Más joven que todos nosotros a la hora apasionada de la polémica (ensalsando hasta la hipérbole a esa película o denostando a aquella otra hasta el nivel más bajo, por ejemplo). Joven diciendo sus verdades, muchas veces crudas. Joven ante el esfuerzo inclaudicable del trabajo. Joven porque la suya es siempre una voz tonante denunciando injusticias. Joven, manteniendo en alto el estandarte quijotesco que lo hace luchar utópica, fervorosamente, por lo que entiende bueno, noble y justo.


José Martínez Suárez, viviendo en juventud, sigue siendo aquel muchachito de pantalones cortos que un día entró cándido, discreto y temeroso a un estudio cinematográfico. Aquel mismo que pretende seguir aprendiendo, que intenta volcar lo que sabe en los demás, y que quiere seguir estando hasta el último segundo de su vida, cerca del mundo maravilloso de las películas. Ese fue, ese es ahora y ese seguirá siendo. Nada ha cambiado.

Cierta vez vez me dijo: “Estoy hecho de cine y lo hago porque me preocupa aclararme y aclarar”. Y así transcurre su vida: aclarando, o mejor, iluminándose e iluminándonos.

Los que de alguna manera tenemos que ver con él, lo sabemos.

Mario Gallina
Especial para Cineclub La Rosa
www.mariogallina.blogspot.com.ar


Miércoles 25 de septiembre - 20:30 horas
EL CRACK
(Idem, Argentina, 1960, blanco y negro, 81 minutos)
Dirección: José Martínez Suárez.
Elenco: Jorge Salcedo, Aída Luz, Marcos Zucker, Domingo Sapelli, Carlos Rivas, Enrique Kossi, Fernando Iglesias, Osvaldo Castro, Claudia Laforgue, José Manuel Moreno, Víctor Martucci, Mirko Alvarez, Pedro Desio, José María Muñoz, Pacheco Fernández, Armando Lopardo, Pablo Cumo, André Norevó, Orlando Bohr, Francisco Martino, Paride Grandi, Antonio Pérez Tersol, Juan R. Lizzio, Antonio Salcedo, Cassandra Greys y Pipo Mancera.

El mundo del negocio turbio alrededor del fútbol, contado desde la esperanza de un juvenil que puede triunfar en Primera. En el camino del crack, nadie queda excepto de los manejos de la esperanza y expectativas que genera el muchacho. La ópera prima de Martínez Suárez, como todas sus películas, sigue teniendo plena vigencia.

Junto al cortometraje
ESTA NOCHE GRABAN LOS DIXIELANDERS
(Idem, Argentina, 1957, blanco y negro)

El grupo de jazz interpreta el tema Ain't she sweet? en un auténtico videoclip de época.


Sábado 28 de septiembre - 20 horas
Jornada "Bibliotecas a puertas abiertas"
DAR LA CARA
(Idem, Argentina, 1962, blanco y negro, 111 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez
Elenco: Leonardo Favio, Lautaro Murúa, Nuria Torray, Luis Medina Castro, Pablo Moret, Ubaldo Martínez, Daniel de Alvarado, Raúl Parini y Dora Baret.

Tres muchachos de diversa extracción social terminan el servicio militar y deben enfrentar la compleja realidad argentina, siempre en crisis, de los años '60.


Miércoles 9 de octubre - 20:30 horas
LOS CHANTAS
(Idem, Argentina, 1975, color, 121 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez.
Elenco: Norberto Aroldi, Olinda Bozán, Alicia Bruzzo, María Concepción César, Elsa Daniel, Cacho Espíndola, Juana Hidalgo, Ángel Magaña, Lautaro Murúa, Héctor Pellegrini, Jorge Salcedo, Darío Víttori, Tincho Zabala y Ringo Bonavena.

La historia de un grupo de ladrones de gallinas siempre en la búsqueda de un golpe que los saque de perdedores. Un elenco de lujo para dieciseis personajes y un guión impecable coescrito entre Martínez Suárez y Augusto Giustozzi, "Gius".


Miércoles 23 de octubre - 20:30 horas
LOS MUCHACHOS DE ANTES NO USABAN ARSÉNICO
(Idem, Argentina, 1976, color, 90 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez
Elenco: Narciso Ibáñez Menta, Bárbara Mujica, Mecha Ortiz, Arturo García Buhr y Mario Soffici.

Una estrella retirada, su ex administrador, su ex médico, su ex marido, y la posible venta de la casa en la que viven en el Tigre. Memorables actuaciones y un humor negro delicioso.


Miércoles 30 de octubre - 20:30 horas
NOCHES SIN LUNAS NI SOLES
(Idem, Argentina, 1984, color, 97 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez
Elenco: Alberto de Mendoza, Luisina Brando, Lautaro Murúa, Arturo Maly, Cacho Espíndola, Boy Olmi, Guillermo Battaglia, José María Gutiérrez, Diana Ingro, Rudy Chernicoff y Eva Franco.

Excelentes actuaciones, un sólido guión y una realización magistral hacen de esta película uno de los mejores policiales del cine argentino, la última película de Martínez Suárez.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Conversaciones entre José Martínez Suárez y Mario Gallina

El jueves 26 de septiembre a las 19 hs., en el Auditorio del MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415) se presentará el libro Estoy hecho de cine. Conversaciones de José Martínez Suárez con Mario Gallina, que lleva prólogo de Juan José Campanella y Fernando Castets. En el acto se proyectará el cortometraje El cine del Maestro, con guión y dirección de Sebastián Hermida, y se referirá a la obra el historiador y crítico de cine Fernando Martín Peña. El miércoles 25 comenzará el ciclo dedicado a Martínez Suárez en el Cineclub La Rosa.


A partir de 1988, Mario Gallina entrevistó a José Martínez Suárez para diversos medios. Desde entonces, ambos fantasearon con la idea de volcar en un libro esas conversaciones. Con una de ellas, rica y extensa, cumplimentada en 2010, la idea comenzó a tomar visos más concretos, concluyendo ante esta realidad palpable que el lector tiene ante sí. En todos esos encuentros se fue descubriendo primero y ratificando después, que José era uno de los mejores anclajes posibles para hablar de lo que ocurrió en la cinematografía argentina en los últimos setenta años.

Lo que hoy se presenta no es una biografía. Es un libro sobre Martínez Suárez, una larga entrevista -tan larga que demandó veinticinco años- más algunos apéndices: su filmografía, sus premios, la reproducción de muchas de sus cartas o mails (su pensamiento, en definitiva) y un capítulo que reúne veintidós testimonios de gente de su entorno (sus hermanas, compañeros de trabajo, colegas, alumnos), apartado que se constituye en un acercamiento polifocal al hombre y al profesional.

Martínez Suárez es un narrador inmenso y esto hace que, más allá de la efectividad de las anécdotas -y del aprendizaje que subyace en la estructura profunda de cada una de estas- el lector se cargue todo el tiempo de imágenes. Es este, en definitiva, y como corresponde a un hombre de cine, un texto visual, sostenido en la minucia descriptiva, en el detalle fotográfico. El lector, como valor agregado, deduce que la relación entre Martínez Suárez y Gallina trasciende el marco de entrevistado/entrevistador, lo cual genera una intimidad particular con el objeto; un animal de cine le cuenta su vida y obra a su amigo. Se deja ver, de esa manera, un código común, singular, entrañable. El lector espía y agradece. Porque como dice Juan José Campanella en su prólogo “en esta entrevista maravillosa que realizó Mario, José extiende sus clases de cine y de vida. Leerlo en su propia voz es una experiencia necesaria”.

Mario Gallina
Historiador e investigador de cine y teatro argentinos. Cursó estudios secundarios en Miramar, su ciudad natal, donde sigue residiendo. Egresado de la Escuela Municipal de Arte Dramático de Mar del Plata, establecimiento en el que, más tarde, se desempeñó como profesor. Entre 1978 y 1989, fue actor de numerosos espectáculos teatrales marplatenses.

Como cronista cinematográfico y teatral ha colaborado en diarios, emisoras radiales y en diversas revistas del país y el exterior.

Autor de Carlos Hugo Christensen, historia de una pasión cinematográfica (1998); De Gardel a Norma Aleandro. Diccionario sobre figuras del cine argentino en el exterior (2000); Osvaldo Miranda. El comediante (2001); Querida Lolita. Retrato de Lolita Torres (2006); Virginia Luque. La estrella de Buenos Aires (2013). Coautor de Nuestras Actrices, Primer Acto (1998); Nuestros Actores I (1999); Hugo del Carril: el compromiso y la acción (2007).

Formó parte, en las ediciones 14º y 21º, del jurado del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Ciclo en el Cineclub La Rosa
En coincidencia con la salida de este libro, y a través del aprecio singular que tenemos por Martínez Suárez, se organizó un ciclo dedicado a los cinco largometrajes del cineasta, para el cual Mario Gallina escribió un texto de presentación. Las proyecciones comenzarán el miércoles 25 de septiembre a las 20:30 horas con El crack, y continuarán el sábado 28 a las 20 horas, en la jornada "Bibliotecas a puertas abiertas", con Dar la cara.

El ciclo prosigue en octubre con Los chantas, el miércoles 9, Los muchachos de antes no usaban arsénico, el miércoles 23 y Noches sin lunas ni soles, el miércoles 30, siempre a las 20:30 horas en Austria 2154, con entrada libre y colaboración voluntaria.

sábado, 7 de septiembre de 2013

El inquilino

Finaliza el ciclo de la "Trilogía del departamento" de Roman Polanski con la proyección de El inquilino. Será el miércoles 11 de septiembre a las 20:30 horas, en Austria 2154, con entrada libre y colaboración voluntaria.



Miércoles 11 de septiembre - 20:30 horas
EL INQUILINO
(Le locataire, Francia, 1976, color, 126 minutos)
Dirección: Roman Polanski.
Producción: Andrew Braunsberg.
Guión: Gérard Brach y Roman Polanski, sobre la novela de Roland Topor.
Dirección de Fotografía: Sven Nykvist.
Montaje: Françoise Bonnot.
Dirección de Arte: Claude Moesching y Albert Rajau.
Música: Philippe Sarde.
Elenco: Roman Polanski, Isabelle Adjani, Melvyn Douglas, Shelley Winters, Jo Van Fleet, Bernard Fresson, Lila Kedrova, Claude Dauphin, Claude Piéplu y Rufus.


Trelkovsky, un tímido conserje polaco viviendo en Francia (interpretado por el propio Polanski) se muda a un viejo edificio residencial. Al descubrir que Stella (Isabelle Adjani), la última habitante del departamento, intentó suicidarse arrojándose por la ventana, el nuevo inquilino empieza a temer que sus vecinos intenten provocar en él un estado de paranoia que lo induzca también a saltar al vacío.

Basada en la novela Le locataire chimérique (1964) de Roland Topor, la película estuvo en competición oficial en el Festival de Cannes de 1976.

Es el tercer film de la llamada "trilogía del departamento" de Polanski y algunos lo consideran como una mezcla entre Repulsión y El bebé de Rosemary.


El inquilino (1976), rodada en París y basada en la novela de Roland Topor, completa la “trilogía del departamento”.

Abordando nuevamente el thriller psicológico, a diferencia de las otras dos, ésta vez el protagonista es un hombre; el propio Polanski, en el papel de Trelkovsky, lo cual le otorga un carácter más personal a la obra.

Aunque de temática similar, la película denota con respecto a sus antecesoras un marcado surrealismo. El uso opaco de la fotografía hace de la capital francesa una ciudad mucho más aterradora que Londres o Nueva York.

A pesar de no haber sido bien recibido por la crítica en un principio, años más tarde sería considerado como uno de los mejores trabajos de su carrera, transformándose en una obra de culto.

Cristian N. García
Programador invitado



Temporada VII / Función 147
Cineclub La Rosa
Austria 2154