domingo, 31 de julio de 2016

Nueva herramienta

Como se habrán dado cuenta quienes entran a nuestra página desde hace unos días, está disponible la opción de suscribirse a través de "Push Crew", en una ventanita que sale en la parte superior de la pantalla, al medio.


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jueves, 28 de julio de 2016

Ciclo "Doris Dörrie"

Segundo ciclo del año en el Cineclub La Rosa dedicado a una de las más importantes directoras alemanas, Doris Dörrie, con dos de sus películas más emblemáticas: ¿Soy linda? y Sabiduría garantizada. Como siempre, con entrada libre y colaboración voluntaria en Austria 2154.



Doris Dörrie nació el 26 de mayo de 1955 en Hannover, Alemania. Estudió en los Estados Unidos mientras se mantenía presentando películas en el Instituto Goethe de Nueva York, y en la UFF- Universidad de Televisión y Cine de Munich. 

Muchos de sus films se basan en sus propios guiones, que a su vez son adaptaciones de sus libros. Tiene publicados varios libros de cuentos, novelas cortas y siete libros infantiles.

Su especial mirada sobre los conflictos hombre-mujer y su reflexión sobre el yo, se dejan ver desde sus primeros films, siendo la directora alemana con mayor suceso de las últimas décadas. Una constante en su filmografía es la construcción de la propia identidad a través de la confrontación con culturas extrañas.

En ¿Soy linda? diversas mujeres comparten a la incomunicación como denominador común y  Sabiduría Garantizada muestra las peripecias de dos hermanos alemanes aburguesados en Tokio.

En 2001 incursiona en el teatro, dirigiendo en la Opera de Berlín Così fan tutte de Mozart en colaboración con Daniel Barenboim. A esta le siguieron en 2003 Turandot con Kent Pagano, en 2005 Madame Butterfly con David Stahl y Rigoletto con Zubin Mehta (su original adaptación sitúa la acción en El planeta de los simios), y en 2006 con la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo y la dirección de Ivor Bolton, La finta giardiniera (esta vez la adaptación sitúa la acción en un vivero, con una planta carnívora que evoca al film La tiendita del horror).



Miércoles 10 de agosto - 20:30 horas
¿SOY LINDA?
(¿Bin ich schön?, Alemania / España, 1998, color, 117 minutos)
Dirección: Doris Dörrie.
Elenco: Franka Potente, Steffen Wink, Anica Dobra, Iris Berben, Senta Berger, Gottfried John, Joachim Król, Heike Makatsch, Oliver Naegele, Otto Sander, Maria Schrader y Juan Diego Botto.

La película trata de 16 personas cuyos destinos se entrelazan. La historia tiene lugar en Munich y Sevilla. Las vidas de los personajes están marcadas por celos y aventuras amorosas, problemas matrimoniales y bodas, anhelos y deseos secretos. Lo que los personajes tienen en común son la tristeza y el anhelo de una vida diferente. No son capaces de desprenderse del pasado o lamentan la pérdida de una persona querida.

"Nadie como Doris Dörrie para hacer de un momento trágico un paso cómico y, al mismo tiempo, de la comedia una pequeña tragedia. Desde Franka Potente hasta Maria Schrader, no falta nadie. El elenco parece un seleccionado del mejor cine alemán" (Luciano Monteagudo, Página/12).


Miércoles 31 de agosto - 20:30 horas
SABIDURÍA GARANTIZADA
(Erleuchtung garantiert, Alemania, 1999, color, 109 minutos)
Dirección: Doris Dörrie.
Elenco: Uwe Ochsenknecht, Gustav-Peter Wöhler, Petra Zieser, Ulrike Kriener, Anica Dobra, Heiner Lauterbach

Gustav y Uwe son dos hermanos y ambos están pasando una profunda crisis existencial. Gustav, experto en feng shui, desea vivir en un templo Zen dispuesto a encontrar la paz interior. Destrozado tras la separación con su mujer, Uwe decide acompañarle a su hermano a Japón para olvidar sus malas experiencias...

miércoles, 27 de julio de 2016

Yamamoto a sala llena

En la última función del ciclo "Wenders Japón", la película sobre el diseñador japonés Yohji Yamamoto, Apuntes sobre ciudades y vestimentas, volvió a llenar la sala del Cineclub La Rosa.




domingo, 24 de julio de 2016

Diez años de cine

Todavía un poco aturdidos por la doble función de Tokio-ga, queremos agradecerles a todos los que se acercaron a ver la película en el horario pautado de las 20.30, muchos que se bancaron la primera proyección en el piso o ¡parados!, y a los que estoicamente aceptaron que ya no entraba más nadie y se fueron a hacer el aguante por el día del amigo a otro lado y regresaron a las 22.30 para la prometida segunda función, que se iba a dar "con cinco personas", y resultó que dos horas después había más de cincuenta nuevamente para llenar la sala otra vez.


Es muy gratificante haber comenzado de esa manera la décima temporada del Cineclub La Rosa, y como dijimos no es fácil sostener un espacio de estas características durante diez años consecutivos, con la premisa de no poner una entrada fija sino que sea libre y luego apelar a la buena voluntad de quien quiera y pueda colaborar. Es también cada vez más difícil sostener las funciones en 16mm pero gracias al Goethe-Institut y otros coleccionistas que nos ceden gentilmente sus copias, logramos que la magia del proyector siga dándonos alegrías.


No siempre fue así, pero el espíritu del Cineclub nos guía siempre a pensar que si hay un espectador la película debe proyectarse, porque ese espectador sabrá que la próxima, llueve o truene, habrá función porque él estará en la sala para que así sea. El miércoles 20, por suerte, fueron muchos los que pensaron de esa manera. Muchos más de los que nos imaginamos, y con gusto ofrecimos volver a dar la película, en una nueva función que terminó pasada la medianoche.



Habrá sido un caso excepcional, pero es gratificante saber que tras diez años de proyectar, y cerca de celebrar también las 200 funciones, seguiremos compartiendo películas con muchos amigos a los que esperaremos con ansias en cada nueva presentación. ¡Salud!

Emiliano Penelas
Programador


Agradecemos por las fotos a Javier González Toledo.


Toda la historia
Aquí podrán conocer todas las películas proyectadas en el Cineclub La Rosa, por orden alfabético, y en este otro los ciclos y funciones ordenados por temporada.

jueves, 21 de julio de 2016

Apuntes sobre ciudades y vestimentas

Segundo y último pantallazo de Win Wenders en Japón, esta vez para realizar un retrato documental sobre el diseñador Yohji Yamamoto. Se proyectará en 16mm gracias a la colaboración del Goethe-Institut Buenos Aires, el miércoles 27 de julio a las 20:30 horas.


Miércoles 27 de julio - 20:30 horas
APUNTES SOBRE CIUDADES Y VESTIMENTAS
(Aufzeichnungen zu Kleidern und Städten, Alemania / Francia, 1989, color, 79 minutos)
Dirección y producción: Win Wenders.
Guión: Francois Burkhardt, Wim Wenders
Dirección de Fotografía: Masasai Chikamori, Muriel Edelstein, Uli Kudicke, Robby Müller, Musatocki Nakajima, Wim Wenders.
Montaje: Dominique Auvray
Música: Laurent Petitgand


El ensayo cinematográfico encomendado por el Centro Parisino Pompidou cuenta superficialmente del diseñador de moda japonés Yohji Yamamoto y de su trabajo, pero más bien se trata más de Wim Wenders mismo, de la producción de películas y de la identidad de las imágenes. Las creaciones de Yamamoto son sólo un ejemplo, aunque Wim Wenders crea ser "él mismo" en ellas: es decir, se trata de un arte manual admirado por el productor cinematográfico comparado continuamente con el propio oficio, que gira alrededor del sueño de los antiguos maestros, de confeccionar la "verdadera" camisa, de hacer la "verdadera" silla o bien de rodar la "verdadera" película.

La reflexión para el artista conduce desde allí inevitablemente a los problemas de la identidad, individualidad y originalidad. Yamamoto quema todo lo que ha sobrado y no fue vendido de cada colección; su letra -dice él- no la puede copiar nadie. Sin embargo, Wanders se pregunta: ¿qué es lo que sucede con el original y la copia en la cinematografía? ¿Es la negativa que más bien no la ve nadie, o la copia positiva? Y, ¿qué aspecto tiene esto con mayor razón en el caso de la técnica digital de los modernos sistemas de video? ¿en el caso de la manipulabilidad ilimitada gracias a la electrónica? Lo interesante del ensayo cinematográfico de Wenders es que hace visible problemas y contradicciones, no intentando, sin embargo, endosarle al espectador al mismo tiempo las respectivas respuestas. "Identidad", -sólo en el caso de esta palabra siente un calor en torno a su corazón-, dice el productor cinematográfico al principio de su ensayo. Identidad como salvación de vivir "de algún modo", de ser "algún fulano". Las vestimentas y las ciudades representan en esta película, al fin y al cabo, sólo accesorios de un escenario bélico en el que se resuelve la lucha por la identidad.


El diseñador de moda Yamamoto sueña de los tiempos de los antiguos maestros, cuando no todo había sido adquirible y consumible. Y sin embargo, con su trabajo le sirve al consumo y a la posibilidad de adquisición. El fantasea poderle coser a la gente los vestidos adaptados a la piel -o, mucho mejor, adaptados a la personalidad-, y sin embargo vende sus colecciones en tiendas para las cuales estiliza incluso penosamente su firma para que ésta se adapte a la imagen. El forma parte de un rudo mundo comercial y, sin embargo, se aferra a la ilusión de "darles" vestidos a las mujeres para preguntarles después: "Can I help you?".


Wenders no examina necesariamente en detalle estas contradicciones. Probablemente porque le afectan demasiado, porque él se aferra también a los sueños del viejo maestro artesano, realizando, sin embargo, sus trabajos en una industria y para ella misma. No obstante, su película hace que este dilema sea comprensible -sin comentarlo-. A éste nos tropezamos como con un misterioso tema principal. Las ciudades le entusiasman a Yamamoto como a Wenders, y, sin embargo, son las imágenes que la película muestra de Tokio, que se encuentran siempre fijas en la desolación de modernos desiertos en hormigón, en lo contrario de la identidad. Y precisamente en este desierto descubre Wenders la autenticidad de la cámara electrónica, que antes la había considerado el enemigo de muerte del cine. Una imagen válida de Tokio, dice él, es posible también en video -con el medio de la identidad más ínfima-. Para los diálogos con Yamamoto, Wenders prefiere la cámara de video cuya presencia es menos impertinente y menos pertur-badora. En la imagen cinematográfica no se cansa de demostrar las diferencias ni de confrontar ambos diseños distintos mutuamente dentro de un solo enfoque. Los monitores desarrollan con sus propias imágenes delante de la cámara un plano visual adicional; Wenders combina y forma "collages" como lo había hecho antiguamente el cine con el método de la pantalla partida (split screen). Y cuando el monitor con su propia imagen es sólo lo suficientemente pequeño y distante de la cámara filmadora, entonces desaparecen también los renglones y con ellos lo que se había considerado siempre hasta ahora aparentemente como la diferencia más importante entre la película y el video. La imagen de video, enormemente flexible e ilimitadamente a disposición, señaliza el fin de la configuración incondicional.


Quizás necesiten determinadas formas un determinado material, dice Yamamoto, o tal vez sea también al revés. Esta frase le viene a Wenders como a pedir de boca: él también ve allí el viejo dilema, la encrucijada de todo arte. El director cinematográfico busca la forma para su nuevo material, para el video sin forma, sin que una voluntad estilística dominante estreche u oprima la vida de las imágenes y de los sonidos.

El ensayo cinematográfico de Wenders hace que uno sea muy consciente del carácter del cine, dicho más exactamente: del carácter del cine de Wim Wenders. Quien espere de la película un exacto vistazo en el origen de las creaciones de Yamamoto, verá apenas satisfechas sus expectativas. Al contrario, se podría molestar por la vanidad con la que chocan aquí dos maestros convencidos de sí mismos, quedándose demasiados egocéntricos para llamarse la atención mutuamente por sus contradicciones. Wenders tiene que haber notado esto a más tardar en la mesa de corte. El final de su ensayo es un acto de mala consciencia. El director entrega una imagen que la resalta como su enfoque favorito: este enfoque muestra el equipo del diseñador de moda cómo realiza el trabajo concreto y propiamente dicho de la confección. Wenders califica a los colaboradores de Yamamoto como "ángeles de la guarda del trabajo de un autor". Los maestros se han ocupado de sí mismos tiempo suficiente hasta que admiten que estarían perdidos sin el trabajo simultáneo de otros. La identidad del cine de autores es, -esto lo sabe también Wenders-, un asunto engañador

Hans Günther Pflaum


Función realizada con el apoyo del Goethe-Institut Buenos Aires.

Temporada X / Función 199
Cineclub La Rosa
Austria 2154

Doble función a sala llena

La décima temporada del Cineclub La Rosa comenzó con dos funciones consecutivas de Tokio-ga, de Win Wenders, debido a la cantidad de gente que quedó afuera de la programada originalmente para las 20.30 horas.


Como una excepción se realizó una segunda proyección, en 16mm, a las 22:30, y nuevamente para sorpresa de todos, la sala volvió a quedar chica.


Gente sentada en el piso, y hasta de pie, disfrutaron del film de Wenders sobre Yasujiro Ozu.














miércoles, 20 de julio de 2016

Win Wenders & Yohji Yamamoto

Podríamos pensar que los documentales que reflexionan sobre la moda son aburridos. Podríamos pensar que rara vez captan la esencia de ese negocio frívolo y a la vez profundo. Pero entonces, ¿cómo explicar la extraña fascinación que despierta Apuntes sobre ciudades y vestimentas?


Win Wenders rodó Apuntes sobre ciudades y vestimentas (1989) por encargo del Centre Pompidou. ¿Su protagonista? El diseñador japonés Yohji Yamamoto.

En este film, recuerdos y realidad se entrelazan de una forma peculiar, reforzada por el vanguardismo visual del producto.

El diálogo con Yamamoto aporta datos sobre su vida. Wenders se introduce tangencialmente en la memoria de un padre perdido en la guerra y ordena los primeros pasos de su interlocutor en el campo de la moda. Asimismo, capta reflexiones sobre la visión que el modisto tiene de esta actividad.

Wenders explora esos territorios del recuerdo y el presente con fotografías antiguas, secuencias urbanas de Tokio, tomas de los salones en que se desarrollan los desfiles...

¿Y cuál es el elemento que da carta de naturaleza a la tecnología japonesa en este documental? Un watchman para cassette de vídeo de 8 mm., fabricado por Sony, que Wenders superpone a la la imagen cinematográfica, duplicando las fuentes de referencia visual para el espectador.


Con todo, no creo que deba deducirse que el cineasta alemán pretende resumir al Japón moderno mediante la metáfora tecnológica. Más bien considero que busca un modo de explorar la realidad nipona con unos recursos que le permitan elevarse por encima de la retórica propia del medio, según se deduce de sus palabras: "Las fotos de August Sander y las imágenes de las películas de John Cassavettes podían dar cuenta del espíritu de la época (...) ¿Pueden las imágenes electrónicas reproducir la realidad cotidiana de una ciudad como Tokio? (...) ¿Podemos fiarnos de las imágenes electrónicas?"

En un momento dado, Yohji Yamamoto le dice a Wenders: "Quizá la moda y el cine tengan algo en común. Y hay algo más. Este film me da la oportunidad de encontrarme con alguien que ya había despertado mi curiosidad, y que además, ya había trabajado en Tokio".

Sin entrar en lo afortunado del logro visual, creo que vale la pena destacar este propósito de Wenders, puesto que es uno de los pocos realizadores que, de forma consciente, se propone huir del estereotipo a la hora de trasladar su visión de lo japonés al cine europeo.

De hecho, Wim Wenders plantea en varias de sus películas un reflejo de los patrones culturales japoneses sin exaltar la perspectiva exótica como algo inabarcable, situado más allá de toda comprensión.

Antes al contrario, prima en ellas una estimulante sensación de universalidad, manifestada, eso sí, de diferentes formas.

Todo ello se advierte en otro film documental de Wenders, Tokyo–Ga (1985), en el que la idealización cinematográfica se enfrenta con una realidad sorprendente: "Rodé Tokyo–Ga en mi tercer viaje a Japón y fue un tanto extraño. Eramos dos, mi cámara Ed Lachman y yo. Pasamos allí tres semanas, y nuestra intención era hacer una especie de diario, no un documental. Queríamos seguir la pista de Ozu y ver qué testimonios podíamos encontrar, teniendo en cuenta que en sus películas había observado profundamente los cambios producidos en la sociedad japonesa. Mi idea era mezclar esta búsqueda con la mirada de un extranjero como yo, que llega al país creyendo conocerlo bien gracias a los filmes de Ozu".

Esta pretensión se cifra en diversos cuadros que, curiosamente, nada tienen que ver con el Japón de las tradiciones milenarias. Como antes hiciera Roland Barthes, Wenders se fija en los jugadores de pachinko y en su obsesivo seguimiento del azar que propone el juego.

Visita los parques urbanos en que los jóvenes practican un rock que la americanización global ha convertido en patrimonio universal. Busca el origen industrial de esos alimentos de plástico que se reproducen en los escaparates de los restaurantes para ofrecer una imagen visual de su menú.

Sólo las entrevistas con Chishu Ryu y Yuharu Atsuta, actor y cámara de Ozu, remiten a un tiempo en que ese proceso transformador iniciaba su más reciente marcha, tras la postguerra.
Un detalle muy interesante a resaltar con relación a la mirada de Wenders es que no reconoce en Japón un ambiente hostil, pese a las incomodidades derivadas de la masiva población del archipiélago.

Enamorado del paisaje urbano de Tokio, Wenders parece sentirse particularmente cómodo en la vida social japonesa: Detrás de esta estructura social que a veces puede parecer dura, existe más cordialidad, ternura y tranquilidad que en ningún otro país que yo haya conocido. En Japón tenemos un modelo a imitar.

Algo parecido cabe decir de otra película suya, Hasta el fin del mundo (Bis ans ende der welt, 1991), si bien en este caso Japón se ofrece no sólo como una escenografía peculiar, sino como una civilización que colabora activamente en el desarrollo global, fundamentalmente a través de la tecnología audiovisual, un sector que fascina al cineasta.

El film es una superproducción con un número importante de colaboradores japoneses en el equipo y con parte de su ambientación en determinados lugares de Tokio, donde Claire Tourneur (Solveig Dommartin) sigue el rastro de Sam Farber (William Hurt). Los hoteles–colmena y las calles iluminadas de neón se convierten en los elementos con que Wenders caracteriza brevemente la ciudad, si bien serán las pantallas de alta definición y la cámara de ondas visuales con que Farber quiere recuperar de la ceguera a su madre, Edith Farber (Jeanne Moreau), las aportaciones de origen japonés más relevantes del largometraje.

Guzmán Urrero

jueves, 14 de julio de 2016

Tokyo-ga

Comenzamos el ciclo dedicado a Win Wenders y sus excursiones por Japón con el documental que hiciera en homenaje a la figura del gran Yasujiro Ozu. La proyectaremos en 16mm gracias al Goethe-Institut Buenos Aires, el miércoles 20 de julio a las 20.30 horas en Austria 2154.


Miércoles 20 de julio - 20:30 horas
TOKYO-GA
(Idem, Alemania / Estados Unidos, 1985, color, 92 minutos)
Dirección y guión: Win Wenders.
Producción: Chris Sievernich.
Dirección de Fotografía: Edward Lachman.
Montaje: Wim Wenders, Solveig Dommartin, John Neuburger.
Música: Laurent Petitgand.


En el tercero de sus diarios cinematográficos, Wim Wenders se dedica a seguir las huellas del gran director japonés Yazujiro Ozu, a quien ha considerado antes como el único cineasta de quien ha aprendido algo.

En 1983, veinte años después del fallecimiento de Ozu, Wenders ambula por Tokio, la nueva capital de la electrónica recreativa y del torrente de imágenes. Las impresiones de la televisión japonesa, de los estadios de golf, de los pabellones de Pachinko y de los parques en los cuales los japoneses celebran la florescencia de los cerezos bailando, las compara él con los recuerdos de la ciudad de las películas de Ozu que se le ha quedado en la memoria. La discrepancia es patente. En su "viaje a Tokio", Wenders continúa el contenido de la película del mismo nombre de Ozu, a la cual cita detalladamente al principio y al final. Las propias impresiones, que también son una forma de producir imágenes, las confronta él con los recuerdos que tienen el actor Chishu Ryu y el cámara Yuharu Atsuta de la mano y del genio de Ozu, cuya obra la celebra Wenders aquí como una "Reliquia del cine".


Como todos los diarios cinematográficos de Wim Wenders, Tokyo-ga es también una intensa ocupación con el propio ámbito. Sin embargo, esta película se distingue de los otros diarios por su carácter meditativo. Más pensativa que analíticamente, más meditativa que reflectivamente Wenders intenta acercarse al secreto del único "maestro", cuya pureza de la representación ha admirado siempre, y también al ideal de la cinematografía: "Mirar sin querer comprobar."

La confrontación del Tokio real con los recuerdos a la ciudad de Ozu le conduce a una deficiencia aguda, a »un recuerdo a lo que ya no había más: una mirada que podía crear orden en un mundo cada vez más fatal; que podría hacer todavía más transparente el mundo. No obstante, la inflación de las imágenes no admite más transparencia. Lo único que todavía existe -raramente suficiente- son los aislados instantes de la verdad: momentos en los cuales los hombres y las cosas se muestran tal y como son. Wenders encuentra absurdamente tales instantes sólo allí donde las acciones han perdido su sentido original: en los golfistas, quienes ya no meten más sus pelotas, sino trillan en redes; en los obreros que fabrican manjares de cera para las vitrinas; en los jugadores de Pachinko, quienes se entregan apasionadamente a un juego en el cual no hay nada qué ganar, sino, en el mejor de los casos, que perder el tiempo. Ante tales imágenes colmadas, a Werner Herzog, el amigo y compañero de Alemania, le gustaría huir mejor a las montañas más altas, y si no, incluso hasta Marte, con el objeto de recuperar su claridad y su transparencia.


Wenders se queda mejor en la tierra y, en lugar de ello, huye al recuerdo de Ozu, para quien tales imágenes, "que crea claridad", eran todavía una cosa muy natural. Wenders no lo pronuncia, pero en los informes de Chishu Ryu y Yuhara Atsuta se manifiesta claramente que la calidad de la producción de imágenes es siempre también y, en primer lugar, una calidad humana. Por esta razón, sus recuerdos a Yazujiro Ozu no sólo son una exaltación del genial obrero que naturalmente había sido Ozu también, sino más bien un elogio a la persona. Atsuta, quien le había "servido" a su maestro como cámara hasta su muerte, musita el resultado bajo las lágrimas de una emoción avasalladora: "¡Ozu fue un rey!"

Peter Buchka


Función realizada con el apoyo del Goethe-Institut Buenos Aires.

A último momento, y debido a la cantidad de asistentes, se decidió hacer una segunda función a las 22.30 horas, nuevamente a sala llena. En un caso excepcional en la historia del Cineclub La Rosa, agradecemos la buena voluntad de los concurrentes. 


Temporada X / Funciones 197 y 198
Cineclub La Rosa
Austria 2154

lunes, 11 de julio de 2016

"Tokyo-ga": Un viaje por el Japón de los 80 en busca de Yasujirō Ozu

Wim Wenders filmó en el Tokio de 1985 un espléndido documental donde se adentraba él mismo en las peculiaridades de la capital japonesa, tratando de darle un ápice de realidad al que es uno de los directores más célebres, Yasujirō Ozu.


Cuentos de Tokio (Tokyo Monogatari) es probablemente la película más celebrada de Yasujirō Ozu. Aunque, como él mismo señala, las 53 películas del director tratan sobre un tema común: la evolución de Japón en el siglo XX, dejando atrás lo tradicional, abrazando lo occidetal. Sin embargo, el toque de Ozu va más allá de hacer un retrato de su país: profundiza en temas universalmente humanos.

Para Wenders, Yasujirō Ozu es una especie de deidad en el cine. Lo que el percibía en sus películas era de una pureza y una realidad tan elevada que le veía un significado mucho más allá del cine. Es por eso que decidió ir a buscar a Tokio ese universo cinematográfico y plasmarlo en Tokyo-ga. Ése en el que la juventud es rebelde, la familia se desintegra lentamente, y los pequeños detalles son los que importan en la vida. Pues luego éstos son los que perviven en la muerte.

Durante una hora y media se alternan dos visiones en el documental. Wenders nos describe sus impresiones al llegar a esa gigante, excéntrica ciudad que es Tokio. Realiza un ejercicio de investigación y fotografía para obsquiarnos con aquello que sólo reside en la capital japonesa; al menos, lo que se puede extraer con una cámara. Nos lleva a través de un Tokio ochentero que, para nuestra sorpresa, no ha cambiado tanto en 30 años. Se convierte en un jugador de pachinko. Contempla la extraña manera de practicar el golf en las azoteas de la ciudad. Filma con fascinación la artesanía de la comida “de pega”.

La otra mitad del documental gira totalmente en torno a Yasujirō Ozu. Intenta encontrar paralelismos entre lo que ve en la calle y lo que vio en las películas. Finalmente, se acerca a la dimensión más humana de su objetivo: entrevista a Chishu Ryu, presente en muchísimas de sus películas; habla también con quien fue su director de fotografía Yuharu Atsuta. Sus testimonios sobre el director son realmente solemnes.

Ni el propio Wenders sabe realmente si su documental conseguirá algo o va en busca de una quimera. Sin embargo, sus esfuerzos por acercar Japón al occidental lo son también para acercarlos a sí mismo. Por eso el documental fluye con naturalidad y especial sosiego. Por momentos, parece que Wenders es el extraño, y no la ciudad que lo rodea.

Aki Monogatari

viernes, 1 de julio de 2016

Merecido homenaje a José A. Martínez Suárez

El jueves 30 de junio el Senado de la Nación otorgó la Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento a José A. Martínez Suárez, Socio Honorario de nuestra Biblioteca y amigo del Cineclub La Rosa.



La Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte participó del evento y envió una carta de adhesión a la iniciativa, "por su aporte a la cinematografía nacional".