Wim Wenders filmó en el Tokio de 1985 un espléndido documental donde se adentraba él mismo en las peculiaridades de la capital japonesa, tratando de darle un ápice de realidad al que es uno de los directores más célebres, Yasujirō Ozu.
Cuentos de Tokio (Tokyo Monogatari) es probablemente la película más celebrada de Yasujirō Ozu. Aunque, como él mismo señala, las 53 películas del director tratan sobre un tema común: la evolución de Japón en el siglo XX, dejando atrás lo tradicional, abrazando lo occidetal. Sin embargo, el toque de Ozu va más allá de hacer un retrato de su país: profundiza en temas universalmente humanos.
Para Wenders, Yasujirō Ozu es una especie de deidad en el cine. Lo que el percibía en sus películas era de una pureza y una realidad tan elevada que le veía un significado mucho más allá del cine. Es por eso que decidió ir a buscar a Tokio ese universo cinematográfico y plasmarlo en Tokyo-ga. Ése en el que la juventud es rebelde, la familia se desintegra lentamente, y los pequeños detalles son los que importan en la vida. Pues luego éstos son los que perviven en la muerte.
Durante una hora y media se alternan dos visiones en el documental. Wenders nos describe sus impresiones al llegar a esa gigante, excéntrica ciudad que es Tokio. Realiza un ejercicio de investigación y fotografía para obsquiarnos con aquello que sólo reside en la capital japonesa; al menos, lo que se puede extraer con una cámara. Nos lleva a través de un Tokio ochentero que, para nuestra sorpresa, no ha cambiado tanto en 30 años. Se convierte en un jugador de pachinko. Contempla la extraña manera de practicar el golf en las azoteas de la ciudad. Filma con fascinación la artesanía de la comida “de pega”.
La otra mitad del documental gira totalmente en torno a Yasujirō Ozu. Intenta encontrar paralelismos entre lo que ve en la calle y lo que vio en las películas. Finalmente, se acerca a la dimensión más humana de su objetivo: entrevista a Chishu Ryu, presente en muchísimas de sus películas; habla también con quien fue su director de fotografía Yuharu Atsuta. Sus testimonios sobre el director son realmente solemnes.
Ni el propio Wenders sabe realmente si su documental conseguirá algo o va en busca de una quimera. Sin embargo, sus esfuerzos por acercar Japón al occidental lo son también para acercarlos a sí mismo. Por eso el documental fluye con naturalidad y especial sosiego. Por momentos, parece que Wenders es el extraño, y no la ciudad que lo rodea.
Aki Monogatari
No hay comentarios:
Publicar un comentario