La historia contemporánea y cultural es una fuente de inspiración inagotable para el cine comprometido de Alexander Kluge. Sus últimos trabajos son una evidencia de la continuidad de su obra a lo largo de más de cincuenta años.
Alexander Kluge es uno de esos artistas que provoca admiración y envidia por su capacidad de trabajo. Basta dar un vistazo a su agenda en la primera mitad de 2014, sólo en Berlín: en abril lanzó su nuevo libro 30. April 1945: Der Tag, an dem Hitler sich erschoss und die Westbindung der Deutschen begann (30 de abril de 1945: el día en que Hitler se suicidó y comenzó el apego de los alemanes con Occidente). Unos días después, realizó una conferencia en la Haus der Kulturen der Welt (Casa de las Culturas del Mundo) sobre la relación entre civilización y urbanismo. En mayo estuvo en el programa del emblemático festival de Teatro Theatertreffen de Berlín, donde ofreció una charla sobre el rol del teatro como espacio público vivo y revelador. En el Zeughauskino, la sala de cine del Museo de Historia Alemana, presentó su último DVD, Bilderwelten des Großen Krieges: 1914–1918 (Imágenes de la Gran Guerra: 1914-1918), y discutió animadamente con el público. Alexander Kluge nunca ha aprendido a recluirse. Y, difícilmente, podría haberlo hecho, considerando que es cineasta, filósofo, crítico cultural, narrador y productor de televisión, todo en uno y a la vez. Su curiosidad y su fantasía parecieran encontrar estímulo en todo lo que ve, y es como si todos los interrogantes de la historia contemporánea y cultural cupieran en su ámbito de competencia intelectual. Kluge es un erudito, una suerte de espíritu renacentista entre los realizadores cinematográficos alemanes.
Cineasta precursor e innovador
En la historia del Nuevo Cine Alemán, Kluge asumió un rol central como precursor e innovador. Fue, de hecho, uno de los creadores del Manifiesto de Oberhausen, que en 1962 proclamó el quiebre con el complaciente cine de la postguerra en Alemania Occidental, en el que la historia brillaba por su ausencia. En 1963 se inició como profesor en la Universidad de Diseño de Ulm, donde marcó a toda una generación de cineastas. Su primer largometraje Abschied von gestern (Adiós al ayer) se transformó en 1966 en uno de los primeros éxitos de los jóvenes realizadores alemanes de la época. Dos años más tarde ganó el León de Oro en el Festival de Venecia con Die Artisten in der Zirkuskuppel: ratlos (Los artistas bajo la carpa del circo: perplejos). Al comenzar su vida profesional, Kluge no se inició de inmediato en el cine. De padre médico, Kluge nació en 1932 en Halberstadt (Sajonia-Anhalt), y estudió Derecho, Historia y Música Sacra. Una vez titulado, comenzó a trabajar como asesor jurídico en el famoso Instituto de Investigación Social de Frankfurt, donde trabó amistad con Theodor W. Adorno. Y fue curiosamente Adorno, que personalmente no era gran amigo del cine, quien despertó el interés de Kluge por el medio y le consiguió una práctica con Fritz Lang en el rodaje de Das indische Grabmal (La tumba india) en Berlín. Pareciera ser que el trabajo en la película de Lang no despertó pasión alguna en Kluge, puesto que pasó la mayor parte del tiempo en la cafetería del estudio escribiendo sus propios guiones. El cine –como él mismo dice– no lo aprendió del maestro Lang, sino de su amigo y coetáneo Edgar Reitz.
Cuestionando la historia oficial
En el primer corto de Kluge Brutalität in Stein (Brutalidad en piedra) de 1960, ya es posible ver lo que será el desarrollo posterior de su obra. La película muestra cómo el pasado nacionalsocialista en ruinas sigue estando presente. Desde entonces, su nombre se transformó en sinónimo de un cine comprometido que cuestiona la historia oficial. Kluge fue el artífice de películas colectivas realizadas a modo de reacción artística frente a sucesos políticos que conmocionaron el país: por ejemplo, Deutschland im Herbst (Alemania en otoño) de 1978, que trata sobre las actividades terroristas de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), o Der Kandidat (El candidato) de 1980, sobre la candidatura a canciller de Franz Josef Strauß, ex miembro de las juventudes nazis. Su interés y curiosidad comienzan allí donde los medios tradicionales no se aventuran. En Deutschland im Herbst presenta por primera vez a la profesora de historia Gabi Teichert (Hannelore Hoger), que dos años más tarde se transformaría en el personaje principal de otra de sus películas: Die Patriotin (La patriota). La protagonista excava literalmente en la historia alemana, es el álter ego de su director. Una y otro proceden como arqueólogos, juntando pedacitos, midiendo fragmentos. Esa técnica de la búsqueda de huellas se refleja en la estructura abierta de las películas de Kluge, que se despliegan como collages impredecibles: monta elementos heterogéneos, fotografías, pinturas, material de archivo y escenas ficticias; trabaja con contrapuntos y subtítulos. De esta manera, crea espacios libres para espectadores activos, que terminan por componer la película en su propia mente. Kluge logró incluso llevar a la televisión la audacia y la porfía del cine de autor. Aprovechando los espacios culturales que los canales privados deben tener por ley, acometió valientes intentos por explorar un nuevo vocabulario audiovisual para el medio, con programas como News & Stories (Noticias e historias) y 10 vor 11 (Diez para las once).
Especialista en los detalles
Sus últimos trabajos son un ejemplo contundente de la impresionante continuidad de su obra de más de medio siglo. En el libro 30. April 1945 ofrece una “crónica del último día laborable del Tercer Reich”. Allí, mezcla recuerdos de soldados en el frente con impresiones de su propia niñez, recuerda que aquel día en San Francisco se crearon las Naciones Unidas e investiga el pensamiento de Thomas Mann en los años de su exilio californiano. En su ensayo audiovisual Bilderwelten, sobre la Gran Guerra, lo central tampoco es el panorama histórico de la Primera Guerra, sino la coexistencia y la simultaneidad de episodios e historias. Kluge es un especialista en encontrar detalles significativos y esclarecedores. El DVD es también un homenaje a su tío, que murió en 1914 en la batalla de Neufchâteau. Estos dos trabajos no son el ejercicio obligado ante la llegada de un nuevo aniversario, sino expresión del extraordinario don de Alexander Kluge para tender puentes históricos. Las lecciones del pasado son para él inapelablemente actuales, y olvidar la historia equivale a despojar a la sociedad de uno de sus haberes más preciados.
Gerhard Midding
Periodista especializado en cine. Trabaja para diarios y revistas. Ha realizado documentales para radio y televisión y colaborado en varios libros sobre cine.
Traducción: Pola Iriarte
Copyright: Goethe-Institut e. V., Internet-Redaktion, septiembre 2014
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