Con mucho dolor, el viernes pasado nos enterábamos de la muerte de Agnès Varda, de jóvenes 90 años. La directora nacida en Ixelles, Bélgica, en 1928, se inició como fotógrafa y luego pasó al cine, filmando su primera película, La Pointe Courte, en 1954, cinco años antes de que la Nouvelle Vague irrumpiera con Los cuatrocientos golpes o Sin aliento. En 1962 llegaría Cleo de 5 a 7, con la que empezaba a mostrar su interés por la lucha feminista y los asuntos sociales. Como le gustaba decir, siempre estuvo “del lado de los marginados y los forajidos”.
Varda se casó dos veces. Primero con director teatral Antoine Boursellier con quien en 1958 tuvo una hija, Rosalie Varda, quien dirigía su productora Ciné-Tamaris. La segunda en 1962, con el gran amor de su vida, Jacques Demy, a quien acompañó hasta su muerte en 1990, y le dedicó sus películas Jacquot de Nantes (1991) ilustraba la infancia de Demy, y volvió a su universo en Les demoiselles ont eu 25 ans (1993) y L'univers de Jacques Demy (1995). Con él tuvo a su otro hijo, el actor Mathieu Demy.
Con Le bonheur (1965) ganó el Oso de Plata a la mejor dirección en Berlín, con Sin techo ni ley (1985) el León de Oro en Venecia, y su film Los espigadores y la espigadora (2000) está considerado entre los mejores documentales de la historia. En los últimos años se volvió autobiográfica, con Las playas de Agnès (2008), y Varda por Agnès (2019), presentada en la última Berlinale. En el medio codirigió con el artista JR Caras, lugares (2017), nominada al Oscar al Mejor Dococumental el mismo año en el que recibía el premio honorífico por parte de la Academia de Hollywood. Los festivales de Cannes (2015), San Sebastián (2017) y Berlín (2019) también le brindaron homenajes a su trayectoria.
Hasta siempre, querida Agnès.
No hay comentarios:
Publicar un comentario