Admiro profundamente a Agnès Varda. Su cine impacta a quien lo ve, cautiva, atrapa para siempre. Por eso siempre fue de las preferidas a la hora de programar sus películas. En 2010 realizamos en el Cineclub La Rosa el ciclo "Junio Agnès Varda", en donde pudimos ver casi todos sus cortometrajes divididos en tres programas: "Turísticos", "Cinevardaphoto" y "Parisinos y contestatarios".
Luego, en 2015, en el ciclo "Estas mujeres" proyectamos en fílmico Sin techo ni ley. Y en 2016 el ciclo "Agnès Varda, la espigadora" reunió sus dos películas sobre el consumo en el mundo capitalista, junto al corto La ópera mouffe.
Una anécdota valiosa se dio al momento de programar Sin techo ni ley en 16mm. Con la copia que en ese entonces prestaba la Embajada de Francia en Buenos Aires, nos llamaron para indicarnos que no podríamos proyectarla "a menos que obtuviéramos el expreso consentimiento de Ciné-Tamaris". Luego de escribir un par de veces, y no obtener respuesta, llamamos por teléfono.
Quienes hayan visto Las playas de Agnès sabrán cómo son las oficinas de la Rue Daguerre, y quien atendiera del otro lado fue la mismísima Agnès para confesarnos la sorpresa del llamado desde Buenos Aires, confesarnos su amor por el tango y chapucear algunas palabras en porteño. Con un tosco francés le expresamos nuestro cariño y admiración, y nos confirmó que no habría problemas en pasar su película en 16mm en el marco de un Cineclub que funcionaba sin cobrar entrada en una Biblioteca Popular. Pocos días después teníamos el mail que certificaba por escrito lo hablado por teléfono.
Emiliano Penelas
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