Había capturado en sus épocas de estudiante una imagen que impresionó al cineasta Jorge Prelorán. Fue el origen de Los hijos de Zerda, film que hoy figura entre los mejores documentales del cine antropológico argentino.
El contador público Gustavo Pérez, coterráneo a quien despedimos en el curso de esta semana, hizo su carrera universitaria en la vecina provincia de La Pampa. Dos circunstancias irrepetibles hicieron de aquellos años un tiempo mítico: en una provincia que había dejado de ser territorio pocas décadas atrás,la Universidad y lo que ella generó con la confluencia de jóvenes de toda la región fue un asunto novedoso, que despertó simpatías en el conjunto de la sociedad que todavía guardaba improntas de una vida pueblerina. Los años 60 latían al compás de un tiempo político vertiginoso, cargado de esperanzas. Así, estudiantina, ideario, militancia y memorables guitarreadas fueron el caldero de un anecdotario que aún se evoca.
Gustavo Pérez, como muchos jóvenes provenientes de ésta y otras ciudades del oeste, fue parte de esa bohemia ruidosa que dejó huellas imborrables en tantos pampeanos. Es así que su nombre, como el de uno de sus hermanos que todavía reside en aquella provincia, aún permanece ligado a los recuerdos más gratos que signaron una época de la vida pampeana, que, años después, acabó trágicamente con la llegada de la última dictadura militar.
UNA FOTOGRAFÍA
Es probable que muchos no recuerden que el nombre de Gustavo Pérez quedó vinculado al origen de un film del desaparecido cineasta Jorge Prelorán, hasta el presente considerado uno de los más relevantes del documentalismo argentino, pieza inevitable de estudio en muchas facultades de cine y material de consulta entre etnógrafos y antropólogos.
Aficionado a la fotografía, Gustavo capturó una imagen que sorprendió a los pampeanos. Un retrato de gran impacto. En él, la mirada de los hijos de un hachero parecía agujerear el papel. Con una expresividad brutal, esas miradas denunciaban una vida cercana pero ignorada por la mayoría de los habitantes de Santa Rosa. A sólo80 kilómetrosde la capital provincial, así pasaban sus días los hacheros del caldén. La imagen mereció la atención de los pampeanos y tuvo su período de exaltación. Tanto que quienes regenteaban una peña folklórica llamada el “El temple del diablo” hicieron de ella una gigantografía para perpetuarla en una pared.
El cineasta Prelorán, que se hallaba en La Pampa realizando otro de sus famosos documentales, Cochengo Miranda, una noche, fue llevado por amigos hasta la peña. Y quedó prendado por aquellos rostros infantiles que había capturado la cámara de Gustavo. Entonces pidió conocer a los protagonistas. Días más tarde, fue llevado hasta el paraje rural. Así, decidió hacer un film acerca del hachero y su familia. El resultado fue la excelente obra Los hijos de Zerda, cuya copia original guarda el museo Smithsonian de los Estados Unidos, país donde, desgraciadamente, Prelorán terminó de compaginar y estrenó la película, ya que tuvo que alejarse de Argentina después del golpe cívico militar de 1976.
Gustavo había tomado la fotografía que terminó inspirando a Prelorán ayudado por un amigo, el hoy escritor y geógrafo Walter Cazenave, quien, entonces, era maestro en el paraje donde habitaba la familia del hachero Zerda.
Con este breve recuerdo, honramos la memoria del vecino que acaba de morir, quien sostuvo en el tiempo y a la par de su conocida actividad profesional una íntima pasión por la fotografía.
Víctor Delgado
Diario Noticias de Pehuajó
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