García Berlanga, en el rodaje de Plácido (1961).
Una pareja es presa de la vorágine consumista. En un pueblo se alborotan pensando en la bienvenida a una comitiva estadounidense y en otra pequeña ciudad, en Nochebuena, los más ricos invitan a los pobres a sentarse a su mesa. También está quien acepta la labor "ejemplificadora" del verdugo y otro que conoce a una mujer cercana a la perfección. Pero en el cine de Luis García Berlanga todo resulta muy diferente a lo esperado, porque el marido de esa pareja feliz pierde su trabajo; la comitiva sigue de largo sin siquiera adivinar el recibimiento; la Nochebuena no significa necesariamente compartir el pan; el verdugo reniega de la pena capital y la mujer perfecta es, en rigor, una muñeca de goma. "Mi cine es humorístico sólo en la primera lectura: a la sonrisa inicial del espectador le sigue una mueca trágica o al menos una reflexión. Una reflexión sobre la fagocitación de ese individuo que lucha solo frente a la sociedad, que es para él una atracción seductora y también un descenso a los infiernos", dijo a La Nación, en una de sus visitas a la Argentina. Las más destacadas películas de Berlanga, fallecido hace un año, podrán verse en copias fílmicas restauradas, en la 26º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, del 5 al 12 de noviembre. Son 10 títulos que se exhiben gracias al Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales de España (ICAA) y a la Oficina Cultural de la Embajada de España en la Argentina. Trabajos de indudable valor que prolongan la vigorosa personalidad de un artista que combinó en su cine el humor y la ternura con la crítica mordaz y el desencanto.
Berlanga había nacido en Valencia en 1921 y pertenecía a una familia politizada: su abuelo había sido diputado del Partido Liberal y su padre comenzó en esa fuerza política para luego sumarse a los republicanos del Frente Popular. Su biografía incluye estudios con los jesuitas, internados en Suiza, una carrera en Filosofía y Letras que no terminó y las armas, en la 40º División del Ejército Republicano durante la Guerra Civil y en la franquista División Azul durante la Segunda Guerra Mundial. Medio siglo después retrató en La vaquilla los días de la Guerra Civil Española pero lo hizo con su habitual tono farsesco, a través de la historia de un grupo de soldados republicanos que se adentran en territorio del bando nacional con el objetivo de raptar al animal del título para arruinarle la fiesta al enemigo y, principalmente, conseguir comida.
En 1947 ingresó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid. Su actividad previa lo había involucrado con la poesía, la pintura, la crítica cinematográfica y la escritura de guiones. Su asociación artística con Juan Antonio Bardem, desde su paso por la escuela, fue definitoria para la concreción de la ópera prima conjunta de los cineastas, Esa pareja feliz, con un argumento que goza de una impactante actualidad: un mísero matrimonio es elegido por una marca de jabón para ser "la pareja feliz" de un solo día y recibir, en un contexto de miseria y marginalidad, diversos regalos que supuestamente les "cambiarán la vida". Fernando Fernán Gómez compone con sagacidad a un trabajador del cine que es despedido sin causa.
¿Su estilo? "Tengo el mismo amor por el plano-secuencia que el que tiene el húngaro Miklos Jancsó. Pero eso me permite gobernar la escena en su totalidad, lo que a veces me hace pensar que el oficio del cineasta suele asemejarse al del psicoanalista", declaró Berlanga en una entrevista con este diario. Un cine con diálogos continuos, superpuestos y salpicados para construir el retrato deformante y jocoso de una realidad invariablemente amarga.
La primera película filmada bajo su entera responsabilidad fue ¡Bienvenido, Mister Marshall! (1953), que obtendría el premio especial del jurado en el Festival de Cine de Cannes y que pudo concluirse gracias al dinero que, en señal de agradecimiento, aportó un señor a quien uno de los productores había salvado de morir ahogado. El paso de la película por el festival estuvo rodeado de circunstancias tan berlanguianas como su propio guión: con intención promocional se repartieron dólares falsos con el rostro de los protagonistas en lugar del retrato de Washington y la delegación fue llevada a la comisaría acusada de falsificación. Por su parte, Edward G. Robinson, miembro del jurado, protestó por la secuencia donde una bandera estadounidense es arrastrada por el río y obligó a que el film se proyectara con el corte respectivo. El escritor Antonio Gómez Rufo, coguionista de la última película del realizador, París-Tombuctú, en una conferencia sobre "Berlanga y la censura" brindada en la Universidad de Cádiz, narró una singular anécdota: "Por si faltara algo, el estreno de la película en Madrid coincidió con la llegada del nuevo embajador de Estados Unidos que, al ver en la Gran Vía lo de ¡Bienvenido, Mister Marshall! , creyó que era algo preparado en plan de burla, y a punto estuvo de organizarse un incidente diplomático. Ese embajador aparecía en el No-Do [Noticiarios y Documentales , noticiero que se proyectaba en los cines españoles, antes del film. N. de E.] que se exhibía en una escena de la película, en un reportaje sobre la ayuda norteamericana a Europa, el famoso Plan Marshall". Éxito absoluto e innegable referencia a la situación de España, aislada de la ayuda de Estados Unidos para la reconstrucción de Europa, el film también es síntesis de ciertos tipos sociales que prevalecen en el tiempo y contiene una de las frases más célebres de la historia del cine español pronunciada por el actor José Isbert: "Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación os la voy a dar porque os la debo".
Calabuig (1956) hace foco en la relación entre la ciencia y la carrera armamentista, con un claro alegato en favor de la paz; en ¡Vivan los novios! (1970) se relata la historia de un casamiento que puede ser suspendido en razón de un fallecimiento, a no ser que se oculte a la difunta hasta después de la boda; Tamaño natural (1974) es protagonizada por un Michel Piccoli enamorado de una muñeca de goma; La escopeta nacional es la primera de la trilogía de la familia Leguineche, una esperpéntica historia rodada en 1977, con un industrial que organiza una cacería como vehículo para su pretendido ascenso social, y Todos a la cárcel (1993), su anteúltimo trabajo, traslada la acción a una prisión en el Día Internacional del Preso de Conciencia. Estas comedias también forman parte de la selección que se proyectará en Mar del Plata junto a otros títulos muy recordados. Tal es el caso de Plácido (1961), estrenada en un cine de Avenida de Mayo cinco años más tarde de su realización y que insólitamente, pese a su nominación al Oscar como mejor película extranjera, se exhibía sin publicidad y como complemento de un film de Palito Ortega. El origen de la historia fue la campaña "Siente un pobre a su mesa" ideada por el franquismo, que pretendía despertar el sentimiento de la caridad; en la película los anfitriones se encuentran más preocupados en limpiar sus conciencias que en atender a los indigentes. Una crítica a la incapacidad de remediar los problemas reales. Su título iba a ser el lema de la campaña de caridad formal promovida por el gobierno de Franco, pero la censura lo impidió y obligó a Berlanga a cambiarlo por el nombre del personaje protagónico.
Desde Plácido en adelante, con la excepción de sus dos últimas películas, el guionista español Rafael Azcona fue una figura tan necesaria como ineludible en la labor del director. Juntos estuvieron en Buenos Aires en 1967 para ultimar preparativos del rodaje de la coproducción con la Argentina de Las pirañas, que se estrenó en España con el título La boutique. También a esta dupla y a Ennio Flaiano se debe el guión de la estremecedora, cómica y negra El verdugo (1963), que obtuvo el premio de la crítica en el Festival de Venecia. El film contó con el protagónico de Nino Manfredi y su proyección tampoco estuvo exenta de escándalo. Creyéndola un panfleto político a favor de Franco, conocido entonces en el mundo con el título del film, anarquistas italianos recibieron a la comitiva arrojándoles piedras. El embajador español en Roma quiso prohibirla y en su estreno en España sufrió varios cortes de la censura. Incluso motivó la famosa frase que el Generalísimo le dedicó a su realizador: "Ya sé que Berlanga no es un comunista; es algo peor, es un mal español".
En lejanas entrevistas, Berlanga reconocía su condición de "miembro de honor de mil cosas" y su aspiración a vivir cientos de años. De alguna forma, como sus admirados Quevedo y Valle Inclán, a quienes siguió en clave fílmica, ha conseguido que su máximo anhelo se convirtiera en realidad.
Pablo De Vita
Diario La Nación, 28 de octubre de 2011
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