jueves, 20 de mayo de 2010

Varda y sus cortos


Cuando hoy volvemos a ver las películas cortas de Agnès Varda nos damos cuenta de repente de que esas «pequeñas películas» no eran películas preparatorias ni obras «entre dos largometrajes», como suelen serlo en la carrera de los cineastas, sino que constituyen por sí mismas un archipiélago único en su género, de perfecta coherencia, que nada tiene que envidiar al continente de sus películas largas. Con sus películas cortas, y sin adoptar nunca la posición del «cineasta que tiene un gran proyecto para el cine», Agnès Varda ha sido a fin de cuentas desde siempre una auténtica ensayista del cine, puede que incluso la más determinada y tenaz de los últimos decenios. Sus películas cortas no fueron nunca «cortometrajes» en el sentido convencional del término, sino auténticos ensayos de cine, prototipos en los que hay que inventar al mismo tiempo la forma, que es única, y el tema que va a adoptar dicha forma una vez esté en sus redes, como si fuera un pez vivo. Estos ensayos, que jalonan toda una vida de cineasta, son autorretratos indirectos, cartografía de su vida y sus gustos, esbozo de una filosofía personal (de la sensación, del amor, de la pareja, de las relaciones entre padres e hijos, de la vejez, del transcurrir del tiempo), reflexión sobre el mundo que va o no va bien, mirada furtiva de las manifestaciones y combates de su época, prueba de su fascinación por las demás artes con el prisma del cine. Testigos sin barreras de una experimentación permanente de la libertad de creación. Varda es realmente nuestra gran ensayista del cine.

Alain Bergala

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