Miércoles 28 de octubre - 20:30 horas
LA DESPEDIDA
(Abschied - Brechts letzter Sommer, Alemania, 2000, color, 91 minutos)
Dirección: Jan Schütte.
Guión: Klaus Pohl.
Dirección de Fotografía: Edward Klosinski.
Montaje: Renate Merck.
Música: John Cale.
Elenco: Josef Bierbichler, Monika Bleibtreu, Elfriede Irrall, Margit Rogall, Jeanette Hain, Samuel Fintzi, Rena Zednikowa, Birgitt Minichmayr.
Las últimas vacaciones de verano de Bertolt Brecht en 1956, en su casa de campo en el lago de Schermützel. Las mujeres que han desempeñado un papel importante en su vida están con él, desde Helene Weigel hasta Ruth Berlau. Está también Wolfgang Harich, filósofo opuesto al régimen, que será arrestado sin que el escritor, cada vez más alejado de la realidad, ni siquiera se entere.
Rodeado de mujeres, Bert Brecht termina las vacaciones del verano en su casa de campo de Buckow. La vida parece llamarle de nuevo a Berlín, pero en realidad, lo que espera al célebre escritor no es el teatro sino la muerte. Su hija, Barbara, quema en el parque la gorra maloliente de su padre como si quisiera separarse de los accesorios del pasado. Un Brecht gruñón que busca desesperadamente su vieja gorra durante toda la película, es como un cómico hilo rojo que nos muestra lo difícil que es para el poeta, viejo y enfermo, discernir lo esencial.
Todos los que le rodean lo protegen contra la realidad. Käthe Reichel, una actriz jovencísima, no se aparta de su lado, le adora y le hace olvidar de vez en cuando su abatimiento y fragilidad. Helene Weigel se las arregla con los tipos de la seguridad interior del Estado que vienen para arrestar por "preparación de alta traición" a Wolfgang Hairich, disidente e invitado de Brecht. El escritor, enfermo, no debe enterarse de ello y, de hecho, no se enterará. El viejo hipocondríaco anota cuidadosamente sus curvas de temperatura. Hastiado y ególatra repulsa a Ruth Berlau, su antigua amante; el hijo que habían tenido juntos murió de pequeño y ahora la mujer consigue sólo crisparle los nervios con su impertinencia; Ruth trata inútilmente de ahogar su miseria en el alcohol. "¿Cuántas cabras tienes actualmente?" le pregunta agriada, pero el reproche deja totalmente indiferente al gran maestro: "en lugar de estar contenta por ver que me siento bien", le responde el escritor.
Únicamente el paisaje desprende armonía. Los personajes y sus relaciones se encuentran en el más caótico desorden. Parece como si la vida continuara girando todavía entorno a Brecht, pero Brecht se ha convertido en una estrella fija, apagada. Su interés por las mujeres es comparable al de un voyeur. Observa a Harich y a su mujer haciendo el amor y reclama al mismo tiempo derechos sobre la esposa de su invitado. Por eso, Käthe Reichel sabe exactamente cómo atraer su atención. También en la antigua RDA se hacía carrera entre las sábanas y no solamente con la cartilla del partido.
"Conocemos tu cobardía", le reprocha Wolfgang Harich, obstinado adversario de Walter Ulbrichts, a Bert Brecht. El escritor no siente interés alguno por el socialismo independiente alemán con el que sueña Harich y mucho menos por su fatal ilusión de disponer de amigos influyentes en Moscú. El gran Brecht se ha convertido en un hombre débil, ansioso de armonía. Sigue lleno de contradicciones, conmovedor en su desamparo, monstruoso en su egocentrismo y enternecedor en su desconcierto. No obstante, la debilidad física de Brecht no es ningún invento del discreto guión de Klaus Pohl; también los testigos de la época hablan de la gran fragilidad de ese hombre, muerto apenas cumplidos los 58 años. Probablemente su estado físico haya reforzado sus otras debilidades.
Al escoger los intérpretes, Jan Schütte tuvo la genial idea de escoger a Sepp Bierbichler para el personaje de Brecht. A primera vista parece impresionante, su estatura física domina sobre su calibre intelectua. Es precisamente este particular lo que acentúa las contradicciones que caracterizan al escritor, al conferirle siempre un cierto toque de enfermo imaginario y presumido, es más fácil para su entorno ignorar el verdadero estado físico de Brecht. Por otra parte, la falta de parecido físico entre el actor y el escritor pone la película a salvo de todo efecto de imitación, lo cual de manera subliminal convierte siempre a las películas biográficas en objeto de "curiosidad". Con su excelente interpretación del papel, Bierbichler compensa generosamente lo que pudiera faltarle desde un enfoque físico. Qué importa que tenga o no parecido con el escritor, Brecht hubiera podido ser ese personaje: un alemán del sur, más terco que una mula, que ha perdido las ganas de luchar, que se deja agasajar tranquilamente por una delegación de jóvenes socialistas y que, por lo demás, lo único que desea es que le dejen en paz. Entretanto, las mujeres se vigilan mutuamente, disputándose por saber cuál de ellas habrá inspirado cuál obra del escritor y las dos asistentas Weckwerth y Palitzsch, devotas y dóciles, ejecutan sin protestar las órdenes del gran maestro. Tras haber visto esta película, Brecht quedará gravado para siempre en nuestra memoria con un cierto parecido a Bierbichler. Al mismo tiempo, conservaremos el recuerdo un poco triste del arquetipo de escritor que, evidentemente, se adaptó con demasiada frecuencia a la política, sin que al final le hubiera servido de nada.
Los papeles interpretados por las mujeres son igual de convincentes: Monika Bleibtreu encarna una Helene Weigel fuerte y disciplinada, dispuesta a chalanear con los servicios de seguridad del Estado en su esfuerzo por salvar lo que ya no tiene salvación. Margit Rogall se empeña con increíble coraje en el personaje de la desesperada e histérica Ruth Berlau, una de las más trágicas víctimas de sexo femenino en la lista de Brecht. Admirable es también el trabajo de Elfriede Irralls como intérprete de Elisabeth Hauptmann. Si bien su papel no le ofrece grandes momentos en la película, la acompaña desde el principio al final como espíritu del autor, siempre presente y siempre fiable. Únicamente los hombres de los servicios de la seguridad interior del Estado han salido un poco pálidos - pero probablemente esto corresponda a la realidad de la época.
Cada enfoque de esta película profundamente elegíaca parece estar secretamente impregnado de la muerte que se avecina. Al final, cuando Brecht sangra por la nariz mientras se disputa con Ruth Berlau, hace que le lleven en coche a Berlín acompañado de Helene Weigel y Käthe Reichel. Los guardias saludan cortésmente cuando pasan el punto de control, unos segundos después arrestan a Harich. Brecht hubiera podido seguir la escena en el espejo retrovisor - hubiera bastado con que echara una mirada. No lo hizo.
Hans Günther Pflaum
Ciclo realizado con el apoyo del Goethe-Institut Buenos Aires.
Dirección de Fotografía: Edward Klosinski.
Montaje: Renate Merck.
Música: John Cale.
Elenco: Josef Bierbichler, Monika Bleibtreu, Elfriede Irrall, Margit Rogall, Jeanette Hain, Samuel Fintzi, Rena Zednikowa, Birgitt Minichmayr.
Las últimas vacaciones de verano de Bertolt Brecht en 1956, en su casa de campo en el lago de Schermützel. Las mujeres que han desempeñado un papel importante en su vida están con él, desde Helene Weigel hasta Ruth Berlau. Está también Wolfgang Harich, filósofo opuesto al régimen, que será arrestado sin que el escritor, cada vez más alejado de la realidad, ni siquiera se entere.
Rodeado de mujeres, Bert Brecht termina las vacaciones del verano en su casa de campo de Buckow. La vida parece llamarle de nuevo a Berlín, pero en realidad, lo que espera al célebre escritor no es el teatro sino la muerte. Su hija, Barbara, quema en el parque la gorra maloliente de su padre como si quisiera separarse de los accesorios del pasado. Un Brecht gruñón que busca desesperadamente su vieja gorra durante toda la película, es como un cómico hilo rojo que nos muestra lo difícil que es para el poeta, viejo y enfermo, discernir lo esencial.
Todos los que le rodean lo protegen contra la realidad. Käthe Reichel, una actriz jovencísima, no se aparta de su lado, le adora y le hace olvidar de vez en cuando su abatimiento y fragilidad. Helene Weigel se las arregla con los tipos de la seguridad interior del Estado que vienen para arrestar por "preparación de alta traición" a Wolfgang Hairich, disidente e invitado de Brecht. El escritor, enfermo, no debe enterarse de ello y, de hecho, no se enterará. El viejo hipocondríaco anota cuidadosamente sus curvas de temperatura. Hastiado y ególatra repulsa a Ruth Berlau, su antigua amante; el hijo que habían tenido juntos murió de pequeño y ahora la mujer consigue sólo crisparle los nervios con su impertinencia; Ruth trata inútilmente de ahogar su miseria en el alcohol. "¿Cuántas cabras tienes actualmente?" le pregunta agriada, pero el reproche deja totalmente indiferente al gran maestro: "en lugar de estar contenta por ver que me siento bien", le responde el escritor.
Únicamente el paisaje desprende armonía. Los personajes y sus relaciones se encuentran en el más caótico desorden. Parece como si la vida continuara girando todavía entorno a Brecht, pero Brecht se ha convertido en una estrella fija, apagada. Su interés por las mujeres es comparable al de un voyeur. Observa a Harich y a su mujer haciendo el amor y reclama al mismo tiempo derechos sobre la esposa de su invitado. Por eso, Käthe Reichel sabe exactamente cómo atraer su atención. También en la antigua RDA se hacía carrera entre las sábanas y no solamente con la cartilla del partido.
"Conocemos tu cobardía", le reprocha Wolfgang Harich, obstinado adversario de Walter Ulbrichts, a Bert Brecht. El escritor no siente interés alguno por el socialismo independiente alemán con el que sueña Harich y mucho menos por su fatal ilusión de disponer de amigos influyentes en Moscú. El gran Brecht se ha convertido en un hombre débil, ansioso de armonía. Sigue lleno de contradicciones, conmovedor en su desamparo, monstruoso en su egocentrismo y enternecedor en su desconcierto. No obstante, la debilidad física de Brecht no es ningún invento del discreto guión de Klaus Pohl; también los testigos de la época hablan de la gran fragilidad de ese hombre, muerto apenas cumplidos los 58 años. Probablemente su estado físico haya reforzado sus otras debilidades.
Al escoger los intérpretes, Jan Schütte tuvo la genial idea de escoger a Sepp Bierbichler para el personaje de Brecht. A primera vista parece impresionante, su estatura física domina sobre su calibre intelectua. Es precisamente este particular lo que acentúa las contradicciones que caracterizan al escritor, al conferirle siempre un cierto toque de enfermo imaginario y presumido, es más fácil para su entorno ignorar el verdadero estado físico de Brecht. Por otra parte, la falta de parecido físico entre el actor y el escritor pone la película a salvo de todo efecto de imitación, lo cual de manera subliminal convierte siempre a las películas biográficas en objeto de "curiosidad". Con su excelente interpretación del papel, Bierbichler compensa generosamente lo que pudiera faltarle desde un enfoque físico. Qué importa que tenga o no parecido con el escritor, Brecht hubiera podido ser ese personaje: un alemán del sur, más terco que una mula, que ha perdido las ganas de luchar, que se deja agasajar tranquilamente por una delegación de jóvenes socialistas y que, por lo demás, lo único que desea es que le dejen en paz. Entretanto, las mujeres se vigilan mutuamente, disputándose por saber cuál de ellas habrá inspirado cuál obra del escritor y las dos asistentas Weckwerth y Palitzsch, devotas y dóciles, ejecutan sin protestar las órdenes del gran maestro. Tras haber visto esta película, Brecht quedará gravado para siempre en nuestra memoria con un cierto parecido a Bierbichler. Al mismo tiempo, conservaremos el recuerdo un poco triste del arquetipo de escritor que, evidentemente, se adaptó con demasiada frecuencia a la política, sin que al final le hubiera servido de nada.
Los papeles interpretados por las mujeres son igual de convincentes: Monika Bleibtreu encarna una Helene Weigel fuerte y disciplinada, dispuesta a chalanear con los servicios de seguridad del Estado en su esfuerzo por salvar lo que ya no tiene salvación. Margit Rogall se empeña con increíble coraje en el personaje de la desesperada e histérica Ruth Berlau, una de las más trágicas víctimas de sexo femenino en la lista de Brecht. Admirable es también el trabajo de Elfriede Irralls como intérprete de Elisabeth Hauptmann. Si bien su papel no le ofrece grandes momentos en la película, la acompaña desde el principio al final como espíritu del autor, siempre presente y siempre fiable. Únicamente los hombres de los servicios de la seguridad interior del Estado han salido un poco pálidos - pero probablemente esto corresponda a la realidad de la época.
Cada enfoque de esta película profundamente elegíaca parece estar secretamente impregnado de la muerte que se avecina. Al final, cuando Brecht sangra por la nariz mientras se disputa con Ruth Berlau, hace que le lleven en coche a Berlín acompañado de Helene Weigel y Käthe Reichel. Los guardias saludan cortésmente cuando pasan el punto de control, unos segundos después arrestan a Harich. Brecht hubiera podido seguir la escena en el espejo retrovisor - hubiera bastado con que echara una mirada. No lo hizo.
Hans Günther Pflaum
Ciclo realizado con el apoyo del Goethe-Institut Buenos Aires.
Temporada IX / Función 191
Cineclub La Rosa
Austria 2154
Cineclub La Rosa
Austria 2154
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