martes, 17 de enero de 2012

Y cuando sea mayor...

La única aspiración que me queda es la de ser un hombre mimado, mimado por cosas inconcretas. Un hombre que no tenga que pensar más que en recibir una serie de rayos dorados de ternura, de mimo, de luces, de impresiones, de paisajes. Impactarme, recibir y alimentarme de sensaciones de oro, esplendorosas.

Alcanzar la plenitud, una plenitud que consista en estar inmerso en un momento de placer, y que ese momento se perpetúe. En un momento en el que exista esa cosa tan estúpida e indefinible que es la felicidad, que no está conformada por nada. No surge porque se acabe de ganar un premio, o porque una señora maravillosa se haya enamorado de ti, no. Es un momento determinado en el que se siente un goce instantáneo que no se sabe a qué se debe ni por qué viene, pero en el que te gustaría permanecer siempre.

Los premios que me han concedido, el Príncipe de Asturias, el Nacional de Cinematografía, ser académico de Bellas Artes, el doctorado honoris causa de la Universidad Complutense, y tantos y tantos otros que me han llegado en la madurez, ya los recibo con discreta sordina porque me suenan a esquela. Yo lo que quiero es vivir, vivir siempre, eternamente, contra todo y todos, contra el poder y la gloria, contra lo que sea.

Pero vivir, seguir viviendo, contra la misma naturaleza si es necesario.

Y si para ello hay que ser Dios, quiero ser Dios.

Luis García Berlanga
Del libro Berlanga. Contra el poder y la gloria, de Antonio Gómez Rufo (Ediciones B, Barcelona, 1997)

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