Cuando la película se proyectó en la Sala Giuliodori de Alfredo Li Gotti, el director le envió esta nota rememorando el rodaje y una jugosa anécdota de sus inicios en los sets de filmación, que ahora compartimos nosotros.
Los chantas fue una película divertida pero difícil de realizar.
Tenía un extenso elenco que provenía de un entretenido libro cinematográfico que habíamos adaptado con Gius, de una buena idea que nos había pasado el Flaco Aroldi.
Eran dieciséis personajes y todos ellos tenían prologo, desarrollo y epílogo.
El problema era para la gente de producción, que se les hacia muy difícil conciliar la citación de esa pequeña multitud, pues era una época de trabajo y entre tevé, otra película, radio, teatro, teleteatro, ensayos y giras, lograr a todos los actores que se necesitaban era el dolor de cabeza mayor y diario para los muchachos encargados de la convocatoria.
Armamos un buen elenco, cosa que aprendí al trabajar muchos años al lado de Daniel Tinayre, hombre que cuando armaba un reparto artístico se paralizaba el cine argentino porque los tenia a todos.
Por mi parte la pase muy bien porque yo no trabajo con los mejores técnicos. Yo trabajo con los buenos técnicos que son buenas personas, lo que hace que su rendimiento en rodaje sea mayor.
Trabajo con amigos, con buen humor, sin gritar ni decir malas palabras, sin histerizarme ni alterarme en lo más mínimo.
Para mi el rodaje es una alegría y como tal me comporto y hago que se comporte el resto de colaboradores.
Hace 73 años que entré por primera vez a un estudio y a partir de que puse el pie en un set, empece a aprender.
Fue en la EFA, donde hoy esta Canal 13. Una hermana mía trabajaba en la película El mas infeliz del pueblo con Sandrini y dirigida por Luis Bayón Herrera. Yo la acompañaba a ella y me regocijaba viendo, sorprendido y embobado, lo que había soñado en mi pueblo desde que era chico: ¡estar presente en un rodaje!
Una noche en Sono Film, estudio ubicado como recordarán en la localidad de Martínez, se estaba rodando La casa de los cuervos. Dirigía don Carlos Borcosque y la secuencia trataba un segmento de la novela de Hugo Wast (seudonimo del escritor argentino Gustavo Martínez Zuviría) en la que hay una emboscada a una patrulla unitaria a mediados del siglo antepasado, en la época de Juan Manuel de Rosas.
Me vio el asistente (que era el legendario Orlando Zumpano, que murió luego de realizar por lo menos 200 asistencias y no dirigir nunca) dando vueltas y me preguntó si no quería hacer de un paisano pues le habían faltado extras. Que pagaban cinco pesos. Por supuesto, le dije que si.
Me dieron unos pantalones de paisano, una camisa a cuadros, una boina y el director nos explicó que el grupo debía enfrentarse en una lucha ficticia y fingida, pero sin lastimarnos ni golpearnos. Se hicieron los ensayos y todo iba bien hasta que se realizó la toma.
En medio del rodaje Borcosque con el altoparlante pide corte y dice señalándome: "Ese chico de boina y camisa a cuadros… ¡que no se muera mas!... Ya paso cuatro veces frente a la cámara agarrándose el pecho y gritando '¡me muero!'"
Veinticinco años mas tarde, cuando me asocié a la sociedad de directores, me hice muy amigo de Borcosque y me encantaba charlar con él en la confitería del Gran Rex, donde nos encontrábamos, pues le gustaba jugar al ajedrez con Najdorf, que se pasaba las horas allí.
Borcosque había sido cronista de cine en Hollywood varios años a partir de comienzos de los treinta, y conocía desde Greta Garbo a Edward Arnold, desde von Sternberg a Capra, desde Allan Dwan a Humphrey Bogart. Y en uno de los encuentros le recordé lo de aquella noche de las muertes repetidas cuando hizo La casa de los cuervos. Y para mi sorpresa me dijo que era una de las anécdotas que siempre relataba cuando le preguntaban por anécdotas su profesión. Y agregó: "La vida, Josesito, siempre ofrece estas sorpresas... Pensar que nos conocimos hace tanto tiempo y que si no me hubiera contado la historia... ¡Nunca hubiéramos sabido que aquel chico era este director!"
No importa. Igual me pagaron los cinco pesos.
Los chantas se estrenó en el Trocadero y le fue bien. Estuvo siete semanas en cartel e hizo una buena recaudación con una extraña cifra diíicil de olvidar: 222.222 espectadores. Los seis dos juntitos: doscientos veintidos mil doscientos veintidos en sala de estreno y simultáneas. Muy bien para aquella época.
Ya van quedando pocos del elenco.
Se fueron de gira Norberto Aroldi, Lautaro Murúa, Tincho Zavala, Cacho Espíndola, Alicia Bruzzo, Jorge Salcedo, Olinda Bozán, Angelito Magaña, Darío Vittori, Oscar "Ringo" Bonavena, Héctor Pellegrini, Mario Benigno, Augusto Codeca... Y mi inolvidable compañero de guiones, Augusto Giustozzi, "Gius" el inolvidable autor de una de las mejores series que nunca se haya pasado en la tevé argentina: "Yo soy porteño".
Para ellos, para los que también se fueron de gira, Héctor Bailez el productor, Miguelito Rodríguez director de fotografía, Tito Rivero autor de una banda sonora exquisita realizada a pedido mio a la manera de Nino Rota (ya mismo se van a deleitar escuchándola) y para todo el resto que sigue junto a nosotros (María Concepción César, Juana Hidalgo, Elsa Daniel...) dedico con vuestro permiso, esta función.
José Martínez Suárez
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